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Palestina: reconocimiento subrepticio

El país podía reconocer a Palestina como Estado, con mejores formas y un modo de actuar más correcto frente a un aliado como Israel. En diplomacia, las formas importan tanto como el fondo.

Palestina: reconocimiento subrepticio
10 de agosto de 2018
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Infográfico

De toda América Latina, solo Panamá y Colombia no habían formalizado su reconocimiento a Palestina como Estado. Tal reconocimiento lo han hecho, ante la Organización de las Naciones Unidas, 138 Estados.

La posición de Colombia antes de dar ese paso, basada en un criterio de prudencia y de buena relación con Israel, un aliado de nuestro país, había sido la de animar los diálogos y la negociación directa entre Israel y Palestina.

No obstante, el conflicto es tan complejo, sus raíces tan profundas, las diferencias tan abismales, que varios intentos, incluso los patrocinados por las mayores potencias (Estados Unidos, la Unión Europea), han fracasado.

Colombia podía, en consecuencia, modificar su posición histórica y buscar nuevas vías, pues a la vez que ha sido país amigo y aliado de Israel, también ha acompañado a Palestina en varias de sus reivindicaciones en el seno de Naciones Unidas.

Así que el Gobierno colombiano optó por modificar su posición. Desafortunadamente, lo hizo de la peor forma posible. A última hora de un Gobierno en trance de entregar el mando, de un modo subrepticio que deja muy mal sabor, porque revistió de un impresentable halo de clandestinidad lo que habría podido ser resuelto como una decisión legítima, explicada con transparencia al país y, sobre todo, a un país aliado como Israel.

Ayer, la Embajada de ese país en Colombia dejó patente la inconformidad y molestia, entre otras cosas, por no haber tenido el Gobierno anterior la deferencia diplomática elemental de avisarles que se iba a tomar esa decisión. No para pedir permiso, que no corresponde, sino para no sorprender a un aliado que tiene sus razones para considerar este asunto de la mayor sensibilidad e interés nacional.

No se discute aquí la facultad constitucional del entonces presidente Santos para tomar la decisión. Como Jefe de Estado, era el supremo conductor de las relaciones internacionales del país. Comunicó la decisión al presidente electo, Iván Duque, y al canciller designado, Carlos Holmes Trujillo. Según la excanciller María Ángela Holguín, ambos estuvieron de acuerdo. En el comunicado leído ayer por Trujillo, no desmintió que hubiesen estado de acuerdo, aunque dijo que revisarán la decisión “por posibles omisiones”, lo que no implica que vayan a revocarla, entre otras cosas porque el Estado colombiano ya comunicó su reconocimiento ante la ONU.

Pero como si el evidente error en las formas fuera poco, la ya excanciller Holguín incurrió en un despropósito cuando, en entrevista al periodista Yamid Amat, comparó este reconocimiento con lo que hizo “el Gobierno (Santos) con las Farc: hay que reconocer al otro”. Tal comparación es impertinente. Alguno de los dos Estados -Israel o Palestina-, o los dos , terminan, por añadidura, insultados.

Es posible que Santos pensara más en su condición de Premio Nobel de Paz para haber dado este paso. Y que considere que su modelo de negociación -como el que adelantó con las Farc- pueda servir entre Israel y Palestina. Muchos líderes internacionales que llevan décadas estudiando ese conflicto, intentando aportar a su resolución, podrán compartirle objeciones esenciales.

Se sabe que, internacionalmente, quienes buscan ser bendecidos como “progresistas” cumplen como requisito al parecer inexorable atacar o agraviar a Israel, la única democracia de esa conflictiva zona, amenazada por todos sus flancos.

Incluso sin compartir muchas de sus decisiones y formas de actuación con sus vecinos -Palestina en primer lugar, con una población que realmente sufre- Colombia hará bien en cuidar sus relaciones con Israel y cooperar más atinadamente al entendimiento entre las naciones afectadas por ese conflicto.

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