viernes
7 y 9
7 y 9
La violencia no se detiene en Ituango. Lo corroboran las cifras, lo esconde el miedo de sus habitantes, lo certifica la realidad reciente. En sus veredas continúa la presencia de grupos armados ilegales: los que se formaron con los residuos de las Farc, los que comandan el clan del Golfo y “los Caparrapos”. Y para colmo de males, el Eln avanza entre los pliegues de sus montañas, muchas repletas de sembradíos de coca. El de Ituango, como lo describen propios y extraños, es un retorno vicioso a la ausencia de Estado. Una orfandad sin dolientes, sin atención.
Hace apenas unas horas se denunció que el reclutamiento de menores se reactivó en el municipio: los disidentes de lo que antes eran los frentes 18 y 36 de las Farc están incorporando menores en zona limítrofe con Briceño. Otra vez estallan minas quiebrapatas: van siete campesinos y dos militares lesionados en 2018.
Diferentes analistas han señalado que Ituango constituía uno de los laboratorios centrales de la capacidad de que el Estado y la hoy Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (Farc) mostrasen resultados, tanto del proceso mismo de reincorporación de la guerrilla a la vida civil, como de efectos de cambio en la seguridad ciudadana. Muy poco de lo primero, y mucho menos de lo segundo.
Esa localidad del Norte de Antioquia, con su topografía bronca, con sus decenas de corredores que atraviesan el Nudo del Paramillo, desde donde se salta a Córdoba, a Urabá y al Bajo Cauca, sigue dominada e infestada de actores armados ilegales y cultivos ilícitos. Con inseguridad y asesinatos en las veredas y con mucho temor en el casco urbano. Su Alcalde confirmó hace poco que le llegan cartas y llamadas amenazantes. En los caseríos, entre tanto, se oyen órdenes de confinamiento y desalojo.
Ituango era una oportunidad de constatar cambios, de proyectarlos, de ponerlos en marcha, pero se está quedando de nuevo atrapado en los temores y la incertidumbre.
Con sus habitantes, cabe volver sobre las mismas preguntas y dudas: ¿hasta cuándo continuarán la violencia y la ilegalidad? ¿Por qué en ese municipio es tan complejo y profundo el conflicto armado, político y social? Tan envolvente, vicioso e insanable.
En el último mes y medio fueron asesinados tres líderes sociales. En la parte baja del Río Cauca, jurisdicción de Puerto Valdivia, fueron acribillados esta semana el comandante y el subcomandante de la Policía. Hay alerta entre los campesinos de las veredas más alejadas por combates y hostilidades de grupos armados ilegales.
Se repite, una y otra vez, que Ituango es corredor estratégico de las bandas del narcotráfico, asiento de sembradíos de coca y de laboratorios de droga. Que allí siempre estuvieron las Farc y que ahora se lo disputan sus disidencias y los demás grupos de delincuencia. Todo eso se escucha, se sabe y se sufre, pero nada cambia. Pareciera un ejemplo eterno de impotencia estatal y padecimiento ciudadano. A los ojos de todos, Ituango sufre un desangre lento y triste.
Por eso este editorial, que no busca ser pesaroso ni lastimero, sino un llamado, una denuncia para que se rompa la cadena de ilegalidad, inseguridad, zozobra y muerte que atrapa a ese municipio querido del norte de Antioquia.
Su realidad reciente preocupa, indigna. Es un deja vu, un ya vivido, que no cesa. ¿Hay autoridad, gobierno, solidaridad, para poner fin al interminable calvario de Ituango?.