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La visión que tiene el FMI sobre la situación actual de la economía global es optimista,
aunque no tanto sobre el futuro cercano al que ve lleno de sombras.
El FMI acaba de publicar su informe anual sobre las perspectivas de la economía mundial (abril, 2018). Como es tradicional, en el primer capítulo la entidad hace un balance del desempeño de la economía global y en los siguientes profundiza en los temas que considera determinantes en el mediano plazo: la participación de la fuerza de trabajo en las economías avanzadas, el empleo manufacturero y la difusión de la tecnología entre países.
La visión que tienen el FMI sobre la situación actual de la economía global es optimista, aunque no tanto sobre el futuro cercano al que ve lleno de sombras. Este año 2018 y el siguiente serán de consolidación de la recuperación que se inició en 2016. El impulso proviene sobre todo de las economías avanzadas (zona del euro, Japón y Estados Unidos) y de las grandes emergentes (China, India y otras), mientras que en las exportadoras de materias primas el crecimiento está aumentando. Algunos países en desarrollo, afectados por guerras y problemas políticos, están a la zaga del buen desempeño mundial (Libia, Yemen, Venezuela).
Para la entidad internacional no se había visto, desde la crisis de 2008, un crecimiento tan sólido y con una base tan amplia. En esas condiciones el pronóstico de crecimiento de la economía global es de 3,9% para 2018, muy superior al 3,6% divulgado en julio del año anterior por la misma entidad. Para 2019 se espera un crecimiento similar al de 2018.
Las sombras en este panorama positivo provienen de algunas secuelas duraderas de la crisis del 2008 que no se han podido superar. Tal es el caso, por ejemplo, de los altos niveles de deuda pública y privada, y del escepticismo generalizado de la gente sobre la capacidad de las autoridades para generar un crecimiento robusto e inclusivo. También van a ir ganando importancia en los países avanzados factores como el envejecimiento de la población, el desaliento de la productividad total de los factores, la incertidumbre generada por las guerras comerciales y la posibilidad de que se disparen políticas monetarias restrictivas ante una expansión muy vigorosa de la demanda. En los emergentes, el límite estará dado por el reducido potencial de crecimiento que exhiben sus economías y que hace que se agoten rápidamente los excesos de capacidad.
Según los pronósticos continúa la recuperación en América Latina y el Caribe, después del impacto negativo que representó para la región la reducción en los precios de los bienes básicos. La proyección de crecimiento es de 2,0% para 2018 y de 2,8% para 2019. La economía brasilera, la de mayor tamaño regional, consolida su recuperación, mientras que la mexicana mantiene una expansión moderada. El contraste es Venezuela, cuya economía se sumergiría en una profunda recesión, con tasas de crecimiento negativas en los dos años siguientes (-15% en 2018 y -6% en 2019).
El FMI mantiene para Colombia un pronóstico de crecimiento de 2,7% para 2018 y de 3,3% para 2019, cifras superiores al promedio regional. La inflación se mantendría en el rango meta y el déficit en cuenta corriente continuaría reduciéndose. Sin embargo, las autoridades locales deben tomar nota sobre el riesgo global que significan los altos niveles de deuda, una situación en que una turbulencia repentina podría dejar expuestos a los bancos débiles y cristalizar problemas de financiamiento.