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No se necesita ser adivino para saber que el futuro del comercio mundial será digital y que predominarán los servicios sobre los bienes en los negocios que se cierran en el mundo.
Sin embargo, sí es importante dimensionar que el comercio internacional de bienes, capitales y, principalmente, servicios pasará de los actuales 40 millones de millones de dólares (billones) a 70 billones en los próximos 10 años, según cuentas del Centro de Comercio Internacional (ITC, por su sigla en inglés).
Lo anterior, que ya representa un incremento del 75 % (30 billones de dólares) en una sola década tiene, según esa entidad, una explicación muy precisa: la expansión de las plataformas de comercio electrónico (e-commerce).
Precisamente, esas cuentas las presentó recientemente en Medellín Arancha González, directora del ITC, con sede en Suiza y adscrito a la Organización Mundial del Comercio (OMC) y a Naciones Unidas. La entidad fomenta las ventas internacionales de pequeñas y medianas empresas (pymes) alrededor del mundo, desde Colombia, pasando por Ruanda y Senegal (África), hasta Paquistán (Asia).
“Porque el comercio electrónico se multiplicará al año 2020. Por eso el ITC apoya a países en vía de desarrollo a que impulsen el e-commerce, sobre todo para conectar a sus pymes con mercados internacionales. El potencial que ofrece la digitalización permite un comercio más inclusivo: se estima que entre 100 millones de empresas y 350 millones, mayoritariamente pequeñas y medianas, podrían integrarse al comercio internacional por la vía digital”.
“La era digital abre oportunidades a pequeñas empresas para venderle al mundo por intermedio de plataformas tales como Alibaba, Amazon o eBay. Por primera vez en la historia, las economías emergentes son actores activos en más de la mitad de los flujos globales de comercio. Si hace algunos años el comercio Sur-Sur representaba alrededor de un 10 % del comercio mundial, hoy esta cifra se acerca a un 30 %”.
“La participación que tienen las pymes de América Latina en el comercio mundial aún es baja, con el 13 % de ellas exportando directamente. La idea es que Colombia y América Latina ganen una participación significativa dentro de esas 350 millones de nuevas empresas exportadoras”.
“El reto es enorme. En esta fase de mayor globalización tecnológica, economías abiertas como la colombiana se enfrentan a un triple reto: competitividad, sostenibilidad e inclusión. La participación en el comercio internacional necesita de una atención permanente hacia la capacidad de las empresas a competir, a cambiar y a conectarse”.
¿Cuál es el desafío en la sostenibilidad?
“No vale el comercio a cualquier precio. Cada vez más las sociedades buscan negocios que sean sostenibles desde el punto de vista medioambiental, social y de protección del consumidor. Este es un sector en que Colombia tiene gran potencial, dada su meta de inclusión y de paz. Y las empresas locales pueden capturar más valor añadido ofreciendo productos y servicios más sostenibles”.
¿Y en inclusión?
“Se trata de crear un ecosistema que identifique el potencial exportador, capacite al empresario y lo acompañe hasta el mercado, ya sea directamente o como proveedores de exportadores nacionales. La integración de pymes, de jóvenes emprendedores y de mujeres empresarias en el comercio generaría más impacto. Este grupo crea el 70 % del empleo del país y contribuye de manera notable a la creación de riqueza nacional, gracias a que son ágiles, flexibles y tienen alta capacidad de adaptación en su estructura productiva. El espíritu innovador de los colombianos llama la atención. No es solo Medellín, también vemos iniciativas prometedoras en Bucaramanga, Bogotá, Cali, y la costa Atlántica”.
“Trabajamos con el Alto Comisionado del Posconflicto, con el Ministerio de Comercio y el Ministerio de Agricultura, con ProColombia y con nuestros socios de la Unión Europea para lanzar un programa de desarrollo productivo en las zonas que tuvieron guerra. Se trata de aprovechar oportunidades en el mercado europeo de frutas tropicales frescas que se importan desde Colombia”.
“Chile tiene un caso a resaltar. Se trata de Corfo, una agencia estatal de desarrollo industrial que administra un conjunto de servicios e incentivos diseñados para garantizar el éxito de las inversiones. Apoya a las empresas, especialmente startups (emprendimientos de alto impacto) para que estén en condiciones de competir. También promueve el surgimiento de nuevos negocios, que renueven y diversifiquen las oportunidades de crecimiento. Otro ejemplo alentador es el de Ruanda, un país sin salida al mar que se apropió del comercio digital para lanzar una marca país: Made in Rwanda. Las autoridades decidieron dotar el transporte público en su capital, Kigali, con internet 4G gratuito para ocupar a los pasajeros que deben dedicar tanto tiempo al transporte entre el trabajo y la casa”.