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Trabajos bajo cero y el de un glaciólogo

Estos científicos estudian esos inmensos campos de hielo en regiones como la Patagonia.

  • Glaciar Perito Moreno en Argentina. FOTO: Pixabay
    Glaciar Perito Moreno en Argentina. FOTO: Pixabay
Trabajos bajo cero y el de un glaciólogo
13 de noviembre de 2018
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APedro Skvarca se le ve montado en su bicicleta por las calles de El Calafate, en la Patagonia argentina, aunque su lugar de trabajo generalmente está a 80 kilómetros de distancia en el glaciar Perito Moreno, en el Parque Nacional Los Glaciares, un lugar de conservación de estas “esculturas en movimiento” que cumplen un papel fundamental: regular la temperatura del planeta.

“La vida de un glaciólogo es muy exigente porque en general transcurre en zonas difícilmente accesibles, inhóspitas y peligrosas por la presencia de grietas, en un clima frío, con nieve y viento. Es una vocación de vida”, indica Pedro, un esloveno, de 72 años, que llegó a la Argentina de pequeño y que cuenta con más de 40 expediciones a la Antártida y una extensa trayectoria.

De los 48 glaciares que conforman el Parque, el gran amor de Pedro es el Perito Moreno, la atracción turística de la zona, aunque el primero en tamaño sea el Viedma y le sigue el Upsala, al que ya no permiten acercarse desde los barcos de turistas, por la gran pérdida que tienen: se desprenden inmensos témpanos.

Las rupturas famosas

“El glaciar Perito Moreno, además de ser uno los pocos en equilibrio desde hace un siglo, es el único en el mundo que produce cada tanto los cierres o endicamientos, seguidos de las increíbles y espectaculares rupturas, que lo hacen tan conocido y famoso globalmente. A su vez es muy fácilmente accesible, a la vista de todo turista, se puede observar y admirar desde muy cerca y también caminar sobre el”, indica.

En 2016 se formó un puente de hielo sobre el Canal de los Témpanos que luego colapsó por la presión del agua y liberó un gran caudal que llegó a las costas, a 70 km del lugar. “Lo que más me ha impactado fue presenciar durante largas horas el proceso completo de ruptura del dique de hielo hasta el final, que culminó con el apoteósico colapso del arco. No se puede describir, hay que vivirlo para sentirlo en lo más profundo del ser. Por algo fue declarado Patrimonio de la Humanidad”, explica el glaciólogo.

Estas rupturas tan grandes son fenómenos que se producen cada cuatro o cinco años, sin embargo, desde las pasarelas o miradores (también desde los cruceros), es posible presenciar desprendimientos de masas, que resultan impredecibles.

En el caso del Perito Moreno, las pérdidas no reducen el área de superficie del glaciar que se extiende hasta los límites con Chile, y que se recorre en excursiones de trekking para conocer las formaciones que lo perfilan, aunque todos los días será distinto porque ellos se desplazan.

Para que este campo de hielo se mantenga, la temperatura anual debe ser baja y la cantidad de nieve debe ser mayor que la eliminada por ruptura o evaporación. Los efectos del cambio climático han acelerado este proceso.

Pedro comenzó a investigar sistemáticamente el Perito Moreno, desde 1990, con ayuda de científicos japoneses, en una alianza que perdura hasta hoy. A pesar de ello anhelan una mayor inversión para financiar las investigaciones que “son muy costosas”.

“Mi preocupación como científico es transmitir a la humanidad la imperiosa necesidad de tomar conciencia real de la fragilidad de nuestro planeta y cuidar el medioambiente de todos”.

Para ello impulsó la creación del Glaciarium, una iniciativa de divulgación científica que exhibe de forma pedagógica todo lo que hay que saber sobre el Campo de Hielo Patagónico Sur, que después de la Antártida tiene la superficie cubierta de glaciares más grande del hemisferio.

Visitar esta región no es tan lejano ni extremo, porque El Calafate cuenta con un aeropuerto internacional que conecta con múltiples destinos, en un esfuerzo de la provincia de Santa Cruz de hacer del turismo de naturaleza un destino accesible. Para los científicos es una manera de acercar estos fenómenos a todos. “Andar en bici no solo hace bien a la salud sino también contribuye a un menor consumo de combustibles fósiles que contaminan dramáticamente nuestro planeta. Si bien en la Patagonia no es fácil pedalear contra el viento”, remata Pedro.

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