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“Los mexicanos nos acostumbramos a la muerte”: Javier Valdez

El reconocido periodista mexicano, asesinado ayer en Sinaloa, habló con EL COLOMBIANO, por última vez, el pasado viernes sobre lo que vive su país.

  • Valdez fue durante años una de las fuentes consultadas por EL COLOMBIANO al abordar temas de la crisis de México. Ayer fue asesinado frente a la sede del semanario que fundó, Río Doce. FOTO efe
    Valdez fue durante años una de las fuentes consultadas por EL COLOMBIANO al abordar temas de la crisis de México. Ayer fue asesinado frente a la sede del semanario que fundó, Río Doce. FOTO efe
  • “Los mexicanos nos acostumbramos a la muerte”: Javier Valdez
16 de mayo de 2017
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Con su voz pausada, Javier Valdez Cárdenas (Culiacán, 14 de abril de 1967) relató durante más de 27 años la forma en que el narcotráfico extendió sus nefastos tentáculos sobre todas las instancias de la sociedad mexicana. Nunca dejó de expresarse con tranquilidad, con sorprendente ponderación, a pesar de que sus palabras evidenciaban la magnitud del sufrimiento del pueblo mexicano y la catástrofe que ha vivido durante décadas.

Ayer fue asesinado vilmente, como se ha vuelto costumbre con periodistas mexicanos (es el sexto este año). Fue baleado en la calle Vicente Riva Palacio de Culiacán por dos hombres que iban en una moto. Durante décadas se destacó como uno de los mejores cronistas de la violencia en México. Libros como Malayerba (2009), Miss Narco (2009), Los morros del narco (2011), Levantones (2012), Huérfanos del narco (2015) y Narcoperiodismo (2016), entre otros, así lo demuestran.

También numerosas opiniones y análisis que dio para el diario EL COLOMBIANO durante años. Justo el pasado viernes 12 de mayo, con motivo de dos relatos sobre la impunidad y el narcotráfico en México —publicados el domingo 14 de mayo—, fue la última vez que este diario lo consultó. Como homenaje póstumo a este valiente periodista, transcribimos a continuación ese testimonio, ese relato, esa última denuncia que hizo Valdez y que se mantendrá viva.

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Respecto a lo que vive la ciudad de Reynosa por estos días, hay que decir que aquí en México se viven toques de queda que puede que no sean tan prolongados o conocidos. Hay regiones del país en las que la vida nocturna prácticamente se cancela, en las que no se puede salir de paseo los fines de semana. Son formas de toque de queda.

Por ejemplo en Culiacán no podíamos ir hace dos semanas a la playa, a una hora de acá, porque corríamos el riesgo de que nos atacaran y nos robaran todo, grupos armados pertenecientes al Cartel de Sinaloa o huérfanos de otras organizaciones criminales. Eso es un reflejo de la ausencia de autoridad. Son zonas en las que es conocida la operación del crimen organizado, y el gobierno realiza operativos que no sirven de nada.

Son solo patrullas militares que desfilan por las calles, apuntando con sus armas, pero no hay un trabajo de inteligencia, de recuperación de los espacios públicos que haga que la gente se sienta tranquila.

Se mantiene el toque de queda de manera irregular. Es intermitente, dura dos días, una semana. Hay balaceras y esa es una medida recurrente de la gente. No tiene que decretarla ninguna autoridad, la gente lo hace por su cuenta.

Es muy negativo que los mexicanos nos hayamos acostumbrado a tanta muerte. Ya nadie se molesta por la impunidad. Se ha perdido el ejercicio de la ciudadanía.

Sobre todo después de 2008, tras la fractura del cartel de Sinaloa, los mexicanos vivimos esta situación. El recrudecimiento de la violencia empezó con la pugna interna entre el “Chapo” Guzmán y los Beltrán Leyva. Esa lucha se extendió a todo el país.

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Esta violencia afecta a toda la población mexicana, pero especialmente a los periodistas. Yo creo que estamos viviendo una especie de muerte del periodismo. Por dos motivos: en primer lugar por el pudor de cierto periodismo y, por otro lado, por la presión de los violentos contra el periodismo atrincherado. Un ejemplo es el cierre del periódico Norte de Ciudad Juárez tras el asesinato de Miroslava Breach, hace tres meses. El silencio del periodismo en Tamaulipas y Veracruz también es resultado de la violencia.

Yo creo que estamos perdiendo terreno. Estamos perdiendo espacios para el ejercicio periodístico. Y estoy hablando de historias que no necesariamente tienen que ver con drogas. Como todos los caminos conducen al narco en muchas regiones, entonces ya no se puede escribir sobre negocios de venta de cerveza, desarrollo inmobiliario, migración, venta de vehículos nuevos. Son giros industriales o comerciales que ya controla el crimen organizado, sus operaciones de lavado de dinero.

Ya ni les hacemos daño a los narcos en México con nuestras denuncias, pero sí les estorbamos. Y aunque el trabajo en general no sea fuerte, de investigación, profundo, para ellos no importa. Está prohibido por ejemplo tomar fotos de algunas zonas, de accidentes automovilísticos, de negocios comerciales.

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Hoy en México es mucho más peligroso para los periodistas cubrir el nexo de los narcos con los políticos, empresarios y Ejército, que hablar de los mismos narcos. Ya ellos no solo financian a los políticos sino que los hacen. Desde un principio los promueven y los ponen en puestos importantes. La clase política mexicana hoy es hija de los narcos.

En este sentido tengo la esperanza de que los mexicanos votemos por nuevas fuerzas, distintas a las de siempre —el PRI y el PAN—, que hagan un viraje como el que propone Andrés Manuel López Obrador, con honestidad y combate a la corrupción.

Por nuestra parte, los periodistas tenemos que resistir. Conservar nuestros espacios, seguir manejando nuestros vehículos de acróbata. No quedarnos callados a pesar de tanta desolación.

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