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Que el mundo está sumido en basuras parecía antes una poco realista y apocalíptica advertencia de grupos ambientalistas. Pero son cada vez más las evidencias que apuntan en esa dirección. Concretamente en el mar, donde cada tanto algún viajero se topa con inmensas islas de desechos que parecen surgir de la nada. El pasado 16 de octubre, la fotógrafa y activista británica Caroline Power mostró en Facebook la existencia de un mar de basura entre las islas caribeñas de Roatán y Cayos Cochinos, en Honduras.
“Esto tiene que detenerse, piensen en sus vidas diarias. ¿Cómo se llevaron a casa la comida rápida la última vez que comieron afuera? ¿Cómo les sirvieron su última comida callejera? Es probable que fuera con espuma de poliestireno, se sirviera con un tenedor de plástico y luego la pusieran en una bolsa. ¿Todavía usan bolsas plásticas? ¿Compran papel higiénico que viene empacado en plástico en vez de papel? ¿Ponen sus vegetales en dichas bolsas cuando van a mercar?”, la reflexión de la fotógrafa era clara y desafiante en un mundo que apenas está tomando consciencia, pero que aún no parece emprender acciones decididas para proteger el medio ambiente.
“Reto a cada persona y a cada empresa a no botar su basura durante una semana. Separen sus derechos orgánicos y reciclables y mantengan todo lo demás durante una semana. Se molestarán al saber cuántos artículos de único uso están botando”, aseguró.
Su proclama dejó más de 2.100 reacciones en Facebook, mientras que más de 5.000 usuarios la compartieron a sus contactos.
Pero más allá de este hecho, que fue difundido por medios de comunicación en todo el globo, la isla de basura hallada en Honduras es apenas una minúscula fracción de los desechos acumulados en los océanos del planeta.
Cada año, 8 millones de toneladas de basura —en su mayoría plástico— entran en los mares. De ella, solo el 20 % corresponde a los desperdicios que se ven flotando en islotes de inmundicia como el de Honduras. El resto se hunde. Se trata, desde todas las perspectivas, de la punta del iceberg del desastre causado en el planeta por cuenta del descontrolado hábitat humano.
En opinión de María del Pilar García, directora del Departamento de Derecho del Medio Ambiente de la Universidad Externado, además del calentamiento global, el inapropiado manejo de las basuras podría significar una amenaza similar para nuestra subsistencia.
“Hay datos graves que pueden darnos luces sobre la magnitud del fenómeno. Por ejemplo, esas ocho millones de toneladas de residuos que se echan anualmente al mar equivalen a 900 veces el peso de plástico necesario para construir otro Empire State. Según Naciones Unidas, si seguimos como vamos, para el 2050, gran parte de los océanos tendrán sus ecosistemas casi completamente destruidos, lo que afectará nuestra propia subsistencia, sabiendo que el mar es una fuente básica de recursos”, explicó.
De hecho, según estudios, el 97 % de las especies marinas analizadas en el océano Pacífico han ingerido plástico. “Tiramos la basura al mar, pero siempre vuelve a nosotros. En el camino mata pájaros y peces, y acabará por intoxicarnos. Siempre vuelve”, reitera a medios de todo el mundo Cyril Gutsch, activista y gestor de la iniciativa Parley, para que se deje de usar el plástico nuevo en 10 años y el reutilizado en 20.
Volviendo al islote de basura de Honduras, es tan claramente identificable la causa de su formación que ha provocado tensiones con el vecino país, Guatemala. El fronterizo río Motagua traslada residuos lanzados desde 27 municipios guatemaltecos en su cuenca y los lleva, en últimas, al mar donde van a parar al coloso de desperdicios.
Como explicó García, los residuos en todos los mares del globo vienen de las embarcaciones, pero mucho más desde tierra firme, no solo los desechos en las playas, sino los que son transportados por los ríos. “En este sentido, el que empieza el problema es el ciudadano con su forma errónea de manejar los residuos, es una cuestión fundamentalmente de comportamiento individual”, argumentó.
En el mundo hay fundamentalmente cinco zonas de acumulación de basuras marítimas, mucho más extensas que el islote hondureño. Todas ellas (ver gráfico), se ubican en lugares en los que confluyen las corrientes oceánicas, factor que también facilita esa acumulación en ciertos puntos del planeta.
En diálogo con EL COLOMBIANO, Alberto Acosta, docente del Departamento de Biología de la Universidad Javeriana y experto en ecosistemas marinos, se refirió al tema: “hemos llegado al punto de tener en el mundo cinco grandes celdas —así les llamamos los científicos— en las que se depositan esos residuos que flotan. Las podemos ver desde el espacio a través de satélites. Hay dos en el Atlántico, dos en el Pacífico y una en el Índico. Se estima que hay hasta 9.700 kilómetros de mar conectados por estas fuentes flotantes de basura. Es una problemática global”.
El académico explicó que las corrientes oceánicas atrapan el material que llega desde los litorales y en esas zonas, en donde avanzan en círculos, la basura se va acumulando.
Los efectos de la basura aglomerada son devastadores sobre los ecosistemas marinos, tal como explicaron los expertos consultados. “El riesgo es causado por redes pesqueras en las que se quedan atrapadas distintas especies. Pero también está la ingestión de basura, en general bolsas que confunden con presas como medusas. A unas especies les causa infecciones, y a otras inanición —dejan de comer porque no las pueden eliminar y se sienten llenas—”, dijo.
Pero el peor problema es que si una especie ingiere un residuo flotante, este probablemente será después consumido por otras a medida que avanza en la cadena alimenticia. Eso explica, según Acosta, el hecho de que “el problema esté afectando a prácticamente el 100 % de las especies marinas”.
Un problema tan grave para el planeta no requiere solo que los políticos tengan ya la voluntad de preservar un entorno que empezará a mermar su aporte de recursos a las naciones por cuenta de la contaminación, sino que desde los hogares se desarrolle la conciencia del impacto que tienen acciones cotidianas y aparentemente mínimas.
“Nos falta mucha conciencia frente a los bienes colectivos. Nosotros somos muy felices visitando playas en vacaciones pero cada vez que llevamos plástico a ellas, o cada vez que lanzamos desde nuestras casas a los alcantarillados cualquier tipo de elementos, estamos generando un impacto que no se puede controlar desde lo público, porque en Colombia por ejemplo no hay sistemas suficientes de tratamiento de agua. Más de un 60 % de los residuos llegan al mar”, advirtió María del Pilar García.
Por eso, además del llamado de atención a los gobiernos, la conclusión de los expertos es que cada cual debe colaborar desde su gestión individual de los residuos, porque muy probablemente estos lleguen a formar parte de esas inmensas e ignominiosas islas.