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Una historia de esclavitud atormenta a Irlanda. Desde 1922 y hasta 1996 miles de mujeres fueron obligadas a trabajar sin remuneración, sin descanso y sin que nadie hiciera nada para protegerlas en una de las naciones más civilizadas del mundo. La historia las bautizó como “Lavanderías de las magdalenas”.
A principios del siglo XX las comunidad católica de la Hermanas de la Misericordia creó unos centros de reclusión para prostitutas que pretendía sacarlas de la calle y permitir su rehabilitación. Sin embargo, estos lugares se fueron convirtiendo en prisiones en las que eran internadas madres solteras, bebés recién nacidas y huérfanas. En estos lugares las mujeres eran sometidas a tratos inhumanos y a humillaciones constantes además de un estricto régimen de silencio.
Estos centros fueron ignorados por el gobierno irlandés durante décadas hasta que las denuncias llegaron al Comité contra la tortura de la ONU, que presionó para que se investigaran los hechos. El encargado fue Martin McAleese un miembro del senado irlandés encargado de las investigaciones.
McAleese llegó a conclusiones erróneas que pretendían desviar la investigación como que las mujeres estaban en promedio 7 meses, cuando algunas habían pasado más de 10 años recluidas en esas instituciones, y que las monjas jamás se lucraron económicamente, lo que quedó desvirtuado luego cuando se comprobó que las lavanderías tenían contratos con instituciones como hoteles y restaurantes.
En varias de las instituciones también se encontraron fosas comunes con más de 150 cadáveres de mujeres y niños que habrían trabajado en esos lugares.
Este miércoles el Gobierno de Irlanda rinde homenaje a las 200 sobrevivientes, de las más de 10.000 que pasaron por las lavanderías. Las víctimas se reunirán con el presidente irlandés, Michael D. Higgins.
Higgins les pidió perdón en nombre del Estado en una cena organizada el martes por la noche en el Ayuntamiento de Dublín, cinco años después de las disculpas ofrecidas por el Gobierno por la cuota de responsabilidad de los anteriores Ejecutivos nacionales en este escándalo de abusos. Sin embargo, las víctimas aseguran que la comunidad religiosa nunca les ha pedido perdón.
En 2002 se lanzó una película que relata el sufrimiento de estas mujeres.