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Las batallas de la primera ministra británica Theresa May no concluyen. Ni el anuncio del tan esperado proyecto de acuerdo sobre las condiciones de salida de su país de la Unión Europea (UE), filtrado por medios británicos ayer, le permite a la mandataria respirar con tranquilidad. Alcanzado este punto, May deberá lidiar con las críticas de sus opositores, que la señalan como la artífice de un pacto propio de un “Estado vasallo”.
Según lo que se conoce, los negociadores británicos habrían cedido frente a la Unión Europea con tal de solventar el principal escollo de la negociación: la frontera entre Irlanda e Irlanda del Norte. Estos dos países coexisten en la misma isla y una separación abrupta por el Brexit –que mantendrá al primero dentro de la UE y dejará al segundo fuera– pondría en riesgo su relación, apenas dos décadas después de firmado un acuerdo de paz.
La solución revelada ayer sería la aceptación por parte de Reino Unido de mantenerse en el acuerdo aduanero de la UE, es decir, cumplir la normatividad económica del resto de países miembros aunque deje de ser uno. “Estarían sometidos a la legislación de la UE, pero sin participar en la toma de decisiones, quedando peor que antes”, opina Miguel Martínez, docente de relaciones internacionales de la Universidad Externado.
Dos años después del referendo en el que el 52 % de los británicos decidió salir de la comunidad, el plazo para que se cumpla esta escisión –en marzo de 2019– se acorta. Como explica Rafael Piñeros, experto en política internacional y docente de la Universidad Externado, “esta semana va a haber un movimiento importante en la negociación, en la que la Unión Europea ha tomado la iniciativa”.
Hoy, May deberá intentar convencer a su gabinete de respaldar el acuerdo para presentarlo en los próximos días en el Parlamento, donde su mayoría es escasa y depende de los congresistas norirlandeses. Los críticos han anunciado que bloquearán el acuerdo buscando otro que dé más independencia a Reino Unido