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Trabajan por su comunidad. Su misión no solo se centra en custodiar su territorio, evitar que sea vulnerado o vigilar su ecosistema, también se encargan de que en el interior de cada resguardo se mantenga el orden y se cumplan las normas de convivencia. Esas son algunas de las funciones de la guardia indígena, un grupo exclusivo de esas comunidades que por décadas ha logrado sobrevivir a todos los embates y vejámenes que trae consigo el conflicto armado colombiano.
Sus armas son el valor, amor por su comunidad y un bastón de mando hecho con madera (algunos con forma de fusil), que a lo largo de los años han sido sufiencientes para mantener el control y para expulsar de ellos, pacíficamente, a grupos armados legales e ilegales.
“Han sido muchas las experiencias en las que la guardia ha salvado la vida de las personas, de líderes, a comunidades enteras de tragedias”, dice Juvenal Arrieta, consejero de la Organización Indígena de Antioquia, ONIC. Y es cierto. En ocasiones incontables, los guardianes de las etnias se han internado en la selva para traer a civiles secuestrados, incluso han retenido soldados o guerrilleros que han entrado en su territorio, pues aseguran los pone en riesgo.
Juvenal recuerda una historia ocurrida en 2014 cuando las Farc asesinaron a dos guardias en Toribío, Cauca.
“Ese asesinato generó la reacción de unos 300 guardias que con sus bastones, y un valor inmenso, emprendieron la búsqueda de esos guerrilleros, los capturaron y luego se les pudo hacer un juicio público conocido en todo el país (ver ayuda). Allí se demostró que no se necesitan las armas ni la violencia para aplicar justicia y ejercer control de la población en un territorio”, afirma Juvenal.
La labor de un guardia no solo se limita a cuidar su territorio de agresiones externas, también es de control social, protección a comuneros, cabildos, autoridades indígenas, cuidado de los ríos, bosques, sitios sagrados o de las zonas econológicas. Juega un papel social que resulta determinante en el desarrollo y la organización de los pueblos étnicos a nivel nacional.
José Danilo Vaquiaza es guardia mayor encargado del resguardo Karmata Rúa, ubicado en Jardín, Suroeste de Antioquia. Lleva 17 años y ayer fue uno de los que lideró la seguridad en la rendición de cuentas del Gobierno Nacional. “Nosotros como guardia le prestamos seguridad a nuestra comunidad y los demás civiles”, dice Vaquiaza.
En este caso, la Fuerza Pública se mezcla con los guardianes y son ellos quienes tienen el control de la situación, pues están en su territorio. “Es parte de nuestra reponsabilidad, de nuestro trabajo y eso significa que no solo estamos para defender nuestras tierras”, agrega José Danilo.
Precisamente, Esteban Tamaníz, guardia departamental quien también hizo parte de toda la seguridad de la rendición de cuentas, narra que en su comunidad Helmeregildo Chaquiama han sido afortunados porque no les tocó sufrir la guerra, “solo en 2002 logramos evitar que a nuestro territorio llegara un grupo paramilitar, de resto nuestro trabajo en su mayoría ha sido para el interior de la comunidad y eso significa que ejercemos control cuando se presentan violaciones a normas internas. En esos casos y con autorización de las autoridades principales, que es el Consejo de Conciliación y Justicia, se detiene al infractor y se deja a disposición de la justicia indígena”.
Esteban explica que en muchas comunidades, en donde no hay riesgo por el conflicto, el ingreso a la guardia se puede hacer desde muy temprana edad. “Hay niños y niñas desde los 10 años que se pueden dedicar al tema del cuidado ecológico, eso sí, tienen que tener muchas cualidades para ingresar; muchos desean pertenecer a la guardia, es un honor”.
Pero también en otras comunidades lejanas, como las del Alto Baudó, en Chocó, los jóvenes ingresan a la guardia como en una especie de servicio militar, esto para evitar ser presa fácil de los grupos ilegales que buscan reclutarlos.
Juvenal Arrieta, quien hasta hace poco también perteneció a la Organización Nacional Indígena de Colombia, reveló que la intención de las comunidades es aumentar el número de la guardia indígena para afrontar un escenario de posconflicto.
“A nivel nacional hemos venido creciendo de manera importante, pues hasta el año pasado teníamos un registro de 45 mil guardias, y la proyección que tiene la Organización Nacional Indigena de Colombia es que a 2025 o a 2030 se pueda contar con unos 100 mil guardias en todo el país, que van a jugar un papel muy importante en el escenario del posconflicto con el tema del control territorial”, afirmó el líder indígena.