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¿Y en que parará el robo del siglo? Netflix sabe

Si hay un crimen perfecto es el de La casa de Papel. Se cuelan, encienden las máquinas, imprimen billetes y se van. ¿O no?

  • Desde hoy Netflix tiene disponibles los nuevos y últimos episodios de la serie española La Casa de Papel. FOTO Cortesía Netflix
    Desde hoy Netflix tiene disponibles los nuevos y últimos episodios de la serie española La Casa de Papel. FOTO Cortesía Netflix
06 de abril de 2018
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67 rehenes, entre ellos, la hija de un embajador británico. 11 días atrincherados en la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre de España. 2.400 millones de euros como botín. Y ninguna víctima.

En el papel es un golpe redondo, ese con el que tantas veces ha fantaseado el cine en cintas como The Italian Job (1969), La emboscada (1999), Ocean’s Eleven (2001) y El plan perfecto (2006) y que ahora tiene a los seguidores de La casa de Papel (2017) pegados a sus pantallas, a la espera de la segunda temporada de la serie que ya se ve en Netflix.

Desde que la popular plataforma de contenido vía streaming compró la serie en 2018, el grupo de ladrones ataviados con overol rojo y caretas de Dalí fue escalando entre las preferencias de la audiencia.

Ya lleva siete semanas consecutivas como la más seguida por los usuarios de la aplicación TV Time y, según IMDb, la mayor base de datos fílmicos en Internet, es la mejor serie española de la historia y está entre las preferidas por los televidentes, por encima de Mad Men, The Newsroom, The Handmaid’s Tale y The Walking Dead. También ha sido recomendada en redes sociales por famosos como el a brasileño Neymar o el rey de la bachata Romeo Santos.

El origen

En la opera prima de Quentin Tarantino, Perros de reserva (1992), que inspiró a Álex Pina a contar la historia de diez ladrones sin nada que perder y mucho por ganar —la posibilidad de imprimir 2.400 millones de euros—, los pillos tienen una particular forma de identificarse: Señor Blanco, Señor Rubio, Señor Naranja, Señor Azul, Señor Marrón... En La casa de Papel no son nombres sino ciudades las que los identifican. Así, Berlín, Tokio, Río, Nairobi, Moscú, Denver, Oslo y Helsinki, liderados por El profesor, se embarcan en el mayor asalto de la historia. No deben revelar su identidad a nadie, tampoco acercarse de más.

Esa, como exige el drama, es la primera regla que incumplen. Y pagan el precio. Lo dice Tokio: “Al final el amor es una buena razón para que todas las cosas fallen”.

Cuestión de resistencia

¿Cómo explicar su éxito internacional? Pina, creador de la serie, explica su popularidad por ese sentimiento compartido de indignación, avivado por la crisis económica. “Estos señores que atracan la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre tienen un componente casi antisistema que recoge un poco la decepción con los Gobiernos, los bancos centrales..., un hastío en el que estos Robin Hoods se convierten para muchos en estandarte de esta atmósfera de decepción”, le explicó al diario El País de España.

Incluso, el periódico francés Le Monde describió la serie como un intento de demostrar que el sistema capitalista es falible y que “no es la única opción que queda, aunque nos lo hayan intentado hacer creer por décadas”.

No es una coincidencia que la banda sonora sea Bella Ciao, el himno de quienes se oponían al autoritarismo y al nazismo en la Italia de Mussolini. Con esa canción, la promesa de resistir y no quebrarse ante nada, sellan su alianza El Profesor y Berlín mientras la policía cerca su escondite y parece que los asaltantes se ahogan en su trampa.

La segunda temporada llega con la tensión al máximo y no precisamente porque los espectadores sientan pena por la inspectora Raquel que deambula en el ajedrez que maneja el Profesor. Todo lo contrario, los seguidores de La casa de papel quieren que ella, o lo que representa, pierda en el juego del gato y el ratón. Al fin de cuentas en esta serie, como en la vida, los malos no son tan malos como parecen ni los buenos, tan buenos .

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