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Entre los seguidores y posibles equipos no oficiales de las campañas hace rato hay cruce de descalificaciones, no a las propuestas de los candidatos sino a la persona. Y aunque los presidenciables se habían contenido, desde la semana pasada, después del debate en Barranquilla, los ánimos se caldearon.
De forma velada algunos empezaron a hacer eco de lo que circula en las cadenas, en las que cuestionan la corta trayectoria de Iván Duque, el pasado guerrillero de Gustavo Petro, el rol de negociador de Humberto De la Calle, la cercanía de Germán Vargas con el presidente Juan Manuel Santos y la “revolución serena” de Sergio Fajardo.
Esto se debe en parte, según Nury Astrid Gómez, politóloga y máster en Asesoramiento de Imagen de la U. Camilo José Cela (España), a que el componente principal de una campaña es la emoción, positiva o negativa. Agregó que tocar fibras sensibles de ciudadanos es táctica de estrategas, además de apelar al relato de héroes y villanos.
En la campaña de Vargas, por ejemplo, publicaron un video en el que hay una puesta en escena entre dos candidatos. El primero le enrostra al otro su experiencia política, en contraste con el cargo de senador de su oponente. Al final, se refuerza la falta de autonomía del aspirante ficticio desprestigiado. Dos meses atrás el exvicepresidente calificó a Duque de “pollo”.
Casi al tiempo, el candidato Gustavo Petro publicó en Twitter un montaje en el que Duque se complacía con un supuesta alusión al paramilitarismo hecha por el cantante vallenato ‘Poncho’ Zuleta. Minutos después tuvo que borrar el trino, porque era un montaje, y pedir excusas.
Y esta semana, el Centro Democrático cuestionó que el candidato Humberto de la Calle “se centre en ataques sin argumentos válidos”, e hizo un llamado a formular propuestas sin agresiones, que es lo que esperan los ciudadanos.
Esto a raíz de que el exjefe negociador del Gobierno en Cuba, en un video, dijo que ‘Popeye’ venía actuando como vocero o propagandista de la campaña del uribismo y, por eso, le pedía a Duque y a Marta Lucía Ramírez que se pronunciaran al respecto.
Si bien Fajardo y Duque no han hecho ataques de este tipo, el primero sí se ha referido, en varias oportunidades, a candidatos corruptos o que representan los extremos. Por su parte, Duque no pierde oportunidad para decir que existe riesgo de que Colombia se convierta en Venezuela, si el país elige a la izquierda. Y en el debate en Barranquilla, trató de mentiroso a De la Calle.
Al candidato del uribismo también le tocó publicar un video con su peluquero, para que “certificara” que sus canas eran naturales, pues en redes sociales recibió críticas por la supuesta decoloración de su cabello para aparentar tener más años, lo que lo hacía ver como un candidato “postizo”.
Para Juan Carlos Gómez, docente de Comunicación Política de la U. de la Sabana, los ataques personales en los procesos electorales son “hábiles estrategias políticas que buscan la polarización de los ciudadanos”, quienes se ven forzados a tomar partido.
“Esa decisión está signada por propensión humana que la psicología y las ciencias del comportamiento denominan como empatía. Cuando observamos una confrontación, tomamos una posición a favor de quien consideramos es el bueno, o el más débil. Pierde el debate y gana la emocionalización de la política”.
Cuando la discusión no es sobre por qué eliminar o no las EPS, atajar o no la producción de hidrocarburos, modificar o no el sistema de justicia, hacer o no ajustes al Acuerdo con las Farc, acabar o no el Inpec, o seguir negociando igual o poner nuevas condiciones al Eln, se desfigura el debate.
Los ataques personales tienen por objetivo desdibujar al candidato frente a sus públicos y el imaginario de líderes perfectos, expresó la profesora Gómez. Agregó que la estrategia de “contraste” busca generar opinión, implantar hechos en el imaginario y crear memoria emocional que se revierte en la votación final.
“Ese relato llega a polarizar, a cambiar votación y adherir simpatizantes. Tendemos en Colombia a votar a quien es víctima de un villano poderoso (sin importar el lado ideológico en que se encuentra).
En contraste Liliana Gómez, doctora de la U. París 2 y y docente de Comunicación Política de la U. Sergio Arboleda, afirmó que esa estrategia no da votos, pero sí se los puede quitar a otros. Añadió que pierde el país, porque eso genera que los ciudadanos crean menos en la democracia y en las instituciones.
“Un posible ganador es el clientelismo, porque como menos gente quiere votar por ese descontento y desilusión, al final deben comprar menos votos y más baratos”.
Al respecto Eugenie Richard, doctora en Estudios Sociales y docente de la Maestría en Comunicación Política de la U. Externado, afirmó que es costumbre que el tono suba entre los candidatos cuanto más se acercan las elecciones. Sin embargo, advirtió que Colombia ha sufrido mucho de la polarización y esta táctica podría cansar al electorado y generar efectos perversos para los que atacan.
“Parte del electorado valora a los candidatos más moderados, como Fajardo, que le apuesta a no más polarización. Otros electores prefieren a los candidatos más enérgicos, que hablan con autoridad. Ven en ellos unos verdaderos jefes capaces de lidiar con los asuntos del estado con mano dura”.
No toda propaganda negativa o de contraste es un ataque personal. Las declaraciones o comportamientos públicos en el pasado o presente son las herramientas que tienen las campañas o candidatos para enaltecer su proyecto político o deslegitimar al oponente.
Alicia Peñaranda, experta en marketing del Centro de Análisis Político de la U. Eafit, explicó que el tiempo electoral es para escoger opciones y, en ese sentido, los candidatos deben mostrar sus cualidades y destacar defectos de los otros, como errores del pasado sobre temas políticos o contradicciones de ellos, de sus partidos y coequiperos.
Agregó que la campaña negativa es legítima en democracia en la medida en que no sea sucia, es decir, que respete la verdad.
Aún falta mes y medio de campaña y decenas de debates y quien más respetuoso se muestre, podría salir mejor librado. Hace cuatro años, una semana antes de la segunda vuelta, el candidato Óscar Iván Zuluaga se alteró en el debate de El Tiempo y City TV, y le dijo al candidato presidente Juan Manuel Santos: “con usted no se puede ser respetuoso”. Eso afectó su imagen.
Según Miguel Jaramillo, experto en Comunicación Política, apenas hay asomos de los enormes esfuerzos de propaganda negra que vienen, sin que se den controles, pues el principal escenario serán las redes sociales con base en contenidos falsos, montajes o versiones erradas. “El contraste de propuestas, lamentablemente confundido con la guerra sucia, es el gran ausente. Vendrá un lodazal y posteriores heridas para el ejercicio del nuevo gobierno”.
Aunque un presidente no actúa como el candidato, la forma de hacer la campaña da luces del posible estilo de Gobierno que viene en camino.