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Doris Salcedo propone coser las heridas con arte

Sumando ausencias, la obra colectiva que propone la artista para hallar reconciliación entre los colombianos.

  •  FOTOs cortesía presidencia-nelson cárdenas
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  •  FOTO AFP
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  • Beatriz González ha hecho criticas a través de su arte.
    Beatriz González ha hecho criticas a través de su arte.
  • Treno, pieza de Clemencia Echeverri.
    Treno, pieza de Clemencia Echeverri.
  • Signos cardinales de Libia Posada.
    Signos cardinales de Libia Posada.
  • Alejandro Obregón
    Alejandro Obregón
  • Johanna Calle
    Johanna Calle
  • Érika Diettes ha retratado el dolor de las víctimas. Obra Relicarios.Fotos archivo el colombiano

    Érika Diettes ha retratado el dolor de las víctimas. Obra Relicarios.

    Fotos archivo el colombiano

12 de octubre de 2016
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nombres de víctimas se escribieron con ceniza sobre tela en Sumando ausencias.

Como un símbolo de la necesidad de que los colombianos pasemos de las palabras a los hechos y tejamos una nueva sociedad es que el país artístico y el de la guerra entienden la propuesta creativa de Doris Salcedo.

La artista plástica nacida en Bogotá en 1958, reconocida por aludir en sus obras a la realidad política colombiana, anunció el jueves pasado, seis de octubre, la realización colectiva de una intervención: la escritura de unos dos mil nombres de víctimas del conflicto armado colombiano usando ceniza, en lugar de tintas o pinturas, sobre telas.

Son nombres de víctimas de las guerrillas, de los paramilitares, de los militares —en los llamados falsos positivos—, cada uno en gran formato, de 2,5 metros cada uno.

Después, esos nombres se cosieron unos a otros por personas que se sumaron a la actividad que se realizó este martes en el Parque Bolívar de Bogotá. El título de esta creación es Sumando ausencias.

Según la escultora, esta es una acción de duelo y de paz. Y advierte que unas víctimas son más antiguas que otras y, por tanto, puede haber nombres más oscuros que otros, letras más oscuras que otras.

Los materiales que usó, especialmente la ceniza, son de existencia efímera y se van borrando, como esos nombres y esas personas de nuestros pensamiento. En el mundo físico, los elementos de la Naturaleza son los borradores de esas cenizas; en el mundo inmaterial, el olvido es el que va diluyendo las presencia.

El curador Alberto Sierra comenta que está por llamar a Doris Salcedo para agradecerle por proponer esta creación colectiva. “Lo que ella está haciendo es rescatar a las víctimas del olvido. Es elevar una especie de plegaria”, define él.

Resalta que “la gran artista esté haciendo lo que los demás deberían de hacer y tal vez no han podido: convocar a la creación de una obra conjunta, porque la paz se construye entre todos”.

Compara la obra de Salcedo con las lápidas que puso Beatriz González en el Cementerio Central de Bogotá, hace unos meses, para visibilizar a otros seres que entraron en la verdadera muerte, la del olvido.

Sin embargo, destaca lo de Doris, por lo oportuno: “Porque la paz es urgente”.

Por su parte, la curadora e investigadora de arte Lucrecia Piedrahíta destaca la intervención pública de la creadora, que le había generado expectativa desde su anuncio.

“Es importante porque invita a los ciudadanos a participar –sostiene Lucrecia–, porque esta creación va más allá del arte y nos toca las fibras más hondas de nuestra humanidad. Con una metáfora, la del coser, se refiere a la dificultad que nos ha costado a los colombianos construir el tejido social. Difícil ha sido para nosotros generar la trama de la unidad”.

Y, por supuesto, interpreta la naturaleza efímera de los materiales que usa y, luego, resalta otra acción en este trabajo: la de nombrar. “Porque al nombrar singularizamos, conseguimos que el sujeto vuelva a estar presente”.

Arte sanador

Y es que, a todas estas, ¿el arte puede contribuir en la construcción de la paz?

Muchas personas así lo consideran.

Ana María Olarte es integrante del colectivo de víctimas Asociación Caminos de Esperanza Madres de la Candelaria, cuya sede está en Medellín. Ella cree que el arte es uno de los medios más eficaces de expresión de los seres humanos.

“Con el arte se comunican emociones y sentimientos”, y cuenta que en su grupo han tenido el arte como un medio para sanar los dolores. Las Madres de la Candelaria acuden al tejido y, mientras tejen, cuentan sus historias de horror. Tienen una obra llamada Las tejedoras, una especie de performance. “Trabajar el telar es una experiencia liberadora”, añade ella, a quien un grupo paramilitar del Urabá le mató a su esposo en 2000.

Lucrecia Piedrahíta está convencida de que Doris Salcedo, con la obra que construye, está invitando a recordar...

“Y al recordar, mientras se escriben y se cosen los nombres, se vuelven a pasar las experiencias de dolor por el corazón”.

En este punto, el de la función reparadora de la actividad creativa, la gestora cultural vinculada a los temas del arte y de las víctimas, Lucía González, señala que el arte, a través de la historia, ha nombrado la tragedia. Recuerda una frase del poeta griego Homero en la Ilíada: “Los dioses labran desdichas para que los hombres tengan que cantar”.

El arte, continúa diciendo Lucía, “también ha dado voz a los que no tienen voz y les ha permitido reconocerse y ser reconocidos. Ha permitido que nos asomemos a la tragedia, porque el arte elabora el horror que no podríamos ver de frente”.

Lo que es anécdota o historia particular se puede convertir, como metáfora, en memoria de la tragedia universal, del dolor que nos une como seres humanos.

En el posconflicto colombiano, añade Lucía, el arte como expresión de las culturas nos va a permitir elaborar ese dolor como advertencia de lo que puede ser capaz el ser humano, para que no se vuelva a repetir. Como homenaje a nuestros muertos —del modo en que lo propone Doris Salcedo—, como parte de la reparación a nuestras víctimas y, sobre todo, como una fiesta de las culturas, que nos puede ayudar por fin a reconocernos como miembros de una humanidad, de una casa común.

A través del arte debe ser posible descubrir la persistencia de la vida y el valor de estar en comunidad.

Lucía González va más allá en sus ideas: cree que el arte que nombra ayuda a sanar. Lo ha dicho la historia, el psicoanálisis, la religión. Es una manera de nombrar para advertir, para que no se vuelva a repetir. Decía Úrsula, en los Funerales de la Mamá Grande: “Es hora de recostar las sillas y contar la historia, lección y escarmiento de la generaciones futuras, para que nadie se quede sin conocerla”. El arte y la conversación son la mejor manera de contarla.

Invoca el espíritu del arte

Alberto Sierra no deja de exaltar la obra Sumando ausencias porque es un ejemplo de cómo el arte ayuda a evidenciar el dolor, a hacerlo claro... “El espíritu del arte ayuda a aliviar ese dolor”.

La artista Clemencia Echeverri advierte que cuando el arte, en cualquiera de sus manifestaciones –teatro, música, artes plásticas y visuales, literatura, etcétera– inicia su circulación para ser expuesto o entregado al público —como en el caso que ofrece Doris Salcedo, con su ejercicio de arte colectivo—, ejerce un contacto, tanto presente como atemporal, con la sociedad conformando una actividad cultural digna que fortalece a sus habitantes construyendo en ellos un trabajo hacia la producción sensible y hacia un respeto y enriquecimiento social.

Lucrecia Piedrahita señala que el tema de la violencia es, en Doris Salcedo, un asunto consciente, es decir, respaldado por gran conocimiento de la historia y la actualidad colombianas.

En este sentido, recordemos que la artista, en los años ochenta y noventa, recorrió zonas del país para hablar con víctimas del conflicto armado e incluir sus testimonios en el fondo de sus creaciones.

Lo que no es menos importante, “con un gran rigor plástico, en el que nunca está presente el amarillismo”.

Lo suyo, sigue hablando Lucrecia, es una reflexión por lo político. Porque el arte no entrega enseñanzas terminadas, sino que nos moviliza desde los sentidos para preguntarnos por la realidad y para provocar en nosotros un conocimiento sensorial, emocional, intelectual y colectivo.

Salcedo ya tiene acostumbrados a los seguidores de su creación a que acuda a los muebles y a los útiles más cercanos a los seres humanos, esos que nos hacen la vida más doméstica, para despojarlos de su naturaleza familiar, los transforme y les añada una esencia de malestar y horror.

No sorprende que haya sido una artista, y menos una artista comprometida con la realidad colombiana, quien haya convocado a un pueblo a movilizarse y a no quedarse sentado esperando que otros decidan su futuro. En esta obra colectiva el proceso es lo que cuenta.

También lo ha sido en otras piezas de arte en las que otros artistas colombianos han contado su país, y han hecho que la cabeza se retuerza, reflexione, se pregunte, se incluya. Nombre.

Porque el arte tiene mucho que decir en tiempos en que se habla de paz, y mucho qué recordar, de esos tiempos que ya pasaron.

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