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Destruir en redes buscando justicia

En la vida real y en el mundo virtual se hace cada vez más frecuente el tomarse la justicia por mano propia, una situación que preocupa a las autoridades.

  • Foto: Jaime Pérez Munévar
    Foto: Jaime Pérez Munévar
31 de marzo de 2017
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Dónde quedó el antioqueño solidario, aquel querendón y comprensivo. Acaso, la renovación generacional trajo consigo los prejuicios, la agresión y esa intolerancia teñida de barbarie.

El caso más reciente consternó y llevó a que antropólogos, sicólogos y autoridades levantarán la voz para decir: ¡basta! Una mujer, desnuda, indefensa fue casi linchada tras un choque vehicular múltiple.

Desprotegida, fue grabada con celulares y luego en redes sociales el video se reprodujo a lo largo y ancho de Colombia. Era como un trofeo, un premio que ganaron los justicieros venciendo el mal. Horas después se supo que ella, quien pedía clemencia y atinaba a llamar a sus hijos, la estrujada y pateada por un par de hombres, sufre un trastorno bipolar.

(Caos en loma de Envigado por conductora que chocó nueve vehículos)

Una sociedad de iracundos

Agredir a una mujer, asustada e indefensa, bajo el pretexto de hacer justicia genera cuestionamientos y reproducir el video miles de veces y volverlo viral es, según el antropólogo Gregorio Henríquez, catedrático universitario, una acción de morbo y cobardía.

“Asistimos a la pérdida de las condiciones de una sociedad que podía ser respetuosa, afectuosa que se solidarizaba con el otro y eso nos caracterizaba en todo el país. No dudamos en destrozar al otro excusándonos en el anonimato de las redes sociales, que se han convertido en el círculo de los rabiosos. Ahí se acaba inmisericordemente con una persona”, subraya.

Henríquez sentencia que “en otro época a esta señora que ocasionó el choque, y que estaba desnuda y temerosa, alguien la hubiera cubierto del frío. Le hubiera preguntado qué le pasaba, si se sentía bien”.

La conducta de tomar la justicia por manos propias tiene que ver, de acuerdo con Jairo Andrés Cárdenas, sicólogo y docente de la Universidad Católica del Norte, en la creencia de que cada persona puede reclamar el derecho de establecer una norma social.

“Hace falta reconocer al otro como individuo. Y eso se está borrando. La impulsividad es lo primero que rige”, asegura.

Radiografía del problema

Este fenómeno es solo una parte del problema de intolerancia que se vive en Medellín, donde se reportaron 51.000 riñas en 2016, según Andrés Tobón, subsecretario de Gobierno.

“Sucede por una mala educación y un modelo patriarcal que concibe negativamente la masculinidad o una institucionalidad poco robusta que no tiene la capacidad de responderle al ciudadano”, dice.

La estrategia en Medellín, según Tobón, es apostarle a una institucionalidad cercana al ciudadano y, para ello, hay 54 inspectores de Policía que deben destinar su trabajo a resolver conflictos entre vecinos, a los cuales se suman 25 comisarías de familia y cinco Casas de Justicia.

Pero Tobón destaca que el Estado no tiene que aparecer siempre que hay un problema: “solo debe hacer presencia cuando somos incapaces de resolverlo por sí mismos”.

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