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Parra, con muchas batallas por librar

Por sus manos han pasado los últimos boxeadores olímpicos del país. Ni la violencia lo ha sacado de Urabá.

  • Este es el ring de boxeo del coliseo de Apartadó. A pesar de las carencias que hay, allí se han forjado campeones. FOTOS jaime pérez
    Este es el ring de boxeo del coliseo de Apartadó. A pesar de las carencias que hay, allí se han forjado campeones. FOTOS jaime pérez
  • El entrenador Parra, con el doble campeón mundial Eléider Álvarez, días atrás. En este sitio, con muchas carencias para el entrenamiento, trabaja sin descanso para darle más monarcas a Colombia. Puro tesón y amor al boxeo.
    El entrenador Parra, con el doble campeón mundial Eléider Álvarez, días atrás. En este sitio, con muchas carencias para el entrenamiento, trabaja sin descanso para darle más monarcas a Colombia. Puro tesón y amor al boxeo.
  • Parra, con muchas batallas por librar
  • Parra, con muchas batallas por librar
29 de agosto de 2018
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Con marcha firme y una sonrisa que ilumina su rostro el hombre fornido y de tez morena arriba al sitio maltrecho que si no fuera por la presencia de uno que otro entrenador, cualquiera pensaría que está abandonado. Es sábado temprano y los deportistas tuvieron descanso, luego de una semana intensa de prácticas bajo el calor del Urabá antioqueño.

Esta vez Abelardo Parra no está allí para impartir enseñanzas a sus alumnos como lo ha hecho durante 30 años. Llegó a cumplir una cita para hablar de su actividad como forjador de campeones, a evocar batallas de la vida y el deporte que ama, muchas con final feliz.

Tiene puesta una camiseta amarilla con rayas azules y sin mangas que deja ver los músculos que formó en sus épocas de pugilista, y que combina bien con su bluyín ajustado al cuerpo. Los tenis son blancos y limpios.

En su cabeza porta una gorra negra con los iniciales en inglés (WBA) de la Asociación Mundial de Boxeo que, el año pasado, le envió, de regalo, Floyd Joy Mayweather, a quien conoció en unos Juegos Panamemericanos.

-Aquí transcurre parte de mi vida. Y aunque usted no lo crea, de aquí han surgido varios atletas olímpicos, dice mientras ingresa al coliseo cubierto de Apartadó, que luce polvoriento y en el que, además de boxeo, se practica judo, taekwondo, lucha, karate, pesas y, cuando llueve, tejo.

Hasta de bodega sirve, pues varias luces de Navidad reposan en un rincón del escenario que en la parte alta exhibe una pintura grande de Caterine Ibargüen, la medallista de oro olímpica oriunda de la región. “Vamos pa’delante Urabá”, es la frase que resalta en un pendón a la entrada.

-Baby Mendoza, Francisco Calderón, Juan Camilo Novoa, Elvis Álvarez, Rubén Darío Palacios, José David Mosquera, Yuberjen Martínez, Céiber Ávila, Jorge Vivas y Eléider Álvarez...

Con sus dedos gruesos enumera a los boxeadores de élite que ha pulido, mientras en sus manos deja notar un anillo de oro, una pulsera con semillas de la zona y un reloj grande.

A sus 61 años, padre de cuatro hijos (Ángela, Paola, Andrea y Abelardo) dice sentirse feliz. Su preparación en la Universidad de Antioquia, la Escuela Nacional del Deporte de Cali y academias de Cuba y España, aparte de su experiencia como deportista (12 años como aficionado y 4 como profesional) y seleccionador nacional, le dieron sabiduría para ejercer su labor. Tanta que por los logros de sus pupilos podría estar dirigiendo profesionales.

-Me han hecho ofertas, pero prefiero trabajar con los aficionados. Allá no se piensa tanto en la persona y mi deseo es seguir haciendo labor social con los jóvenes que lo requieren.

Al calor de Urabá

Por su rostro empieza a correr el sudor, algo a lo que ya está acostumbrado. Cada día, confiesa, pierde cerca de tres libras de peso mientras entrena a sus muchachos, pero con una buena alimentación, que incluye plátano, pescado e hidratación, las recupera.

Cuando habla de triunfos, este hombre buen conversador y de memoria fotográfica saca a flote una infinidad de hazañas, pero hay dos que le llegaron al corazón.

-La medalla de plata de Yuberjen en los Olímpicos de Río-2016 y la reciente victoria de Eléider, no solo por el título mundial y por lo que generó, sino por todo lo que tuvo que pasar para llegar hasta allá (ver anécdota).

Después de posar para unas fotografías sobre el ring, las llantas y en los sacos de arenas que han recibido infinidad de golpes de boxeadores con hambre de gloria, Abelardo abandona el lugar y camina hacia la tienda del frente, donde doña Marta lo espera con un tinto con canela que renueva su energía. Sonríe y saluda a la gente que pasa...

Dolor familiar

Así como relata con orgullo y emoción los combates de boxeo en los que sus pupilos salieron triunfadores, también saca tiempo para hablar de tristezas...

-En mi casa, aquí en Apartadó, éramos cuatro hombres. Pero mis tres hermanos y mi papá fueron asesinados. El menor, Milton, policía, vino de vacaciones en los tiempos que había tanta violencia. Nos confiamos porque somos de aquí y porque muchas gente nos conocía, pero a la semana de llegar lo mataron. El otro, Ómar, administrador de fincas, fue víctima de la persecución que hubo contra las personas que ejercían ese oficio. Y a los ocho días, cuando aún no nos reponíamos de ese dolor, desaparecieron al menor, Jámilton, estudiante...

Un sorbo de café cruza su garganta, sin perder la fortaleza que exhibió siempre en los tinglados, en los que combatió durante 16 años. Con el recuerdo de sus hermanos también evoca a su viejo...

-Mi papá, en 1974 y justo un día antes de yo viajar a los Juegos Nacionales de Pereira, tuvo el mismo final. Creían que tenía mucha plata. Era transportador de plátano para la Costa y se fue a cargar unos camiones para mandarlos a Santa Marta. Se fue a la madrugada y a las 10:00 de la mañana me avisaron que lo habían asesinado. Me iba a dar una platica para ir a una concentración en Medellín.

A pesar de tantos golpes, Parra mantiene su fortaleza y confiesa que nunca ha querido abandonar Apartadó. Vive con su familia en el barrio Alfonso López, frente a la casa de su madre, Angelina. Allí la gente lo aprecia y valora.

-Hay cinco cosas que amo en la vida: mi madre, mis hijos, Antioquia, Apartadó y toda la región de Urabá.

Las horas avanzan y el calor se hace más intenso. Abelardo conversa con Víctor Albornoz, quien le sigue los pasos como entrenador.

En la tarde de ese día lo espera otro instante que guardará en su memoria: asistir al homenaje que Turbo le haría al campeón mundial Eléider Álvarez. Un motivo más para permanecer en la zona y sentirse pleno al ver que su apostolado sigue dando frutos con resonancia mundial.

Dice que aún le faltan muchas batallas por dar, dentro y fuera del ring en pro de la muchachada urabaense.

45

gorras y 18 pares de tenis tiene Parra. Dice que esta

es una de sus aficiones.

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