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Óscar Jaramillo Barragán tiene un hijo biológico -Mateo- fruto del amor con Hilda María Morales, su esposa. Pero confiesa que desde agosto de 2001, cuando el karate entró a ser parte de las Escuelas Populares del Deporte, los atletas lo empezaron a considerar como un padre, lo cual, aparte de generarle orgullo, es su plus para seguir firme en su función de formador.
La voz del hombre de estatura baja se entrecorta y su mirada se pierde en el horizonte al rememorar los frutos que ha cosechado en este programa del Inder Medellín. “Hay una sola palabra que define lo que siento en los años de trabajo con los muchachos: satisfacción”, indica Jaramillo, al firmar que su triunfo, más allá de sacar buenos deportistas, ha sido forjar grandes personas. “Los deportistas traen sus situaciones familiares o de calle, y al final uno se convierte en un amigo, sicólogo, trabajador social y hasta en papá. El vínculo se fortalece”, asegura Óscar, quien muestra alegría al saber que muchos atletas que llegan a sus manos sin norte, han retomado el camino correcto. “En la escuela de San Cayetano, en Aranjuez, dos chicos tenían problemas de drogadicción, pero se dejaron guiar y hoy, uno es profesional del Politécnico y el otro suboficial del Ejército”, cuenta.
Inculcarles estudio también es otra de las misiones del educador físico, quien ha laborado en el sector de Compromiso Carambolas (cerca al parque Arví), Robledo y ahora en Neiva 80 (Pedregal), Villa del Socorro (Santa Cruz) y el corregimiento de Palmitas.
Dice que hay karatecas que han dejado huella, como Donny Figueroa, campeón nacional, y Kelly Ramírez, campeona departamental, gracias a la potencialización que encuentran en la Liga con el senséi Gonzalo Berrío.
“Uno se va dando cuenta que en quienes se sentaron bases van figurando, pero lo más gratificante es el tejido social que se construye, formando personas íntegras que sirvan para quienes están a su alrededor”, manifiesta Óscar, quien a sus 52 años de edad continúa sólido en una escuela en la que halló, más que una oportunidad laboral, una familia numerosa que, a través del deporte, le genera felicidad.