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Por juan felipe zuleta valencia
En un documental en blanco y negro sobre su vida, de la productora española Rtve, a César Luis Menotti, ese hombre que la sociedad argentina erigió como filósofo popular y quien recibió elogios intelectuales del mismísimo Jorge Luis Borges, le hicieron una pregunta tan etérea que solo un hombre con su visión universal del fútbol podría contestar.
“¿Qué es un club de fútbol? le preguntó el periodista”. “Es la idea que cada quien tiene del mundo y del papel que juega en él”, respondió el técnico campeón del mundo con Argentina en 1978.
Esta semana un lector de EL COLOMBIANO comentaba en una nota de Nacional algo así como que no le cabía en la cabeza la paranoia de los hinchas con un equipo que apenas hace menos de dos años recibió los honores de diversos rincones del planeta no solo por su cosecha de éxitos sino por el gesto de humanidad que tuvo en medio de la tragedia aérea del Chapecoense y que hizo recordar a esta ciudad, a todo el mundo del fútbol, que, a fin de cuentas, el resultado de un partido es lo de menos, aunque frecuentemente esto se olvide.
El pasado domingo, mientras la afición y el equipo pasaban la tusa por la derrota en el clásico, 900 niños de diversas zonas de Antioquia y el país se reunieron para dar vida a una nueva edición del torneo que acoge, por una semana cada año, a las escuelas de fútbol asociadas al club verdolaga. Cuántas historias se tejen alrededor de un balón de fútbol, en rincones apartados.
Sueños de ser futbolista, de emular a un ídolo que surgió del mismo lugar y encontró lo que buscaba en una cancha de fútbol o la simple alegría de patear un balón.
Por estos días que las noticias del equipo giran alrededor de la palabra crisis, conviene recordar que el club verdolaga, los clubes, de hecho, son más que un resultado n