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W alt Disney necesitaba una canción que uniera al mundo. Que agrupara de alguna forma las culturas y costumbres de cada país, representado en los muñecos animados de su atracción. Su idea inicial, donde cada robot cantaba el himno de su nación en su idioma original, era una cacofonía desordenada.
La respuesta de los hermanos Sherman, sus compositores de cabecera, fue sencilla: “Es un mundo pequeño”. Ahí nació “It’s a small world” (el nombre de la canción en inglés), uno de los himnos de cabecera de Disney y que se reproduce en las sucursales de sus parques a lo largo del mundo.
La semana pasada, una publicación en el blog oficial de Facebook le hizo recordar a sus lectores que “el mundo está más conectado de lo que podrían pensar”. Con motivo de su cumpleaños número 12, la red social analizó datos de sus 1.590 millones de usuarios activos para poner a prueba la “Teoría de los seis grados de separación”. La premisa, acuñada en 1929 por Frigyes Karinthy y popularizada en 1990, dice que cualquier persona en el mundo está alejada de otra por una cadena de no más de seis conocidos en común.
Para Facebook ese número es de 3,57. Es decir, el usuario promedio de la red social está separado de cualquier otra persona que la use por un estimado de tres y medio amigos en común. En el peor de los casos los separa una cadena de 4,57 “amigos de un amigo”.
El ingenioso nombre de la canción de Disney simbolizaba al inicio un fenómeno social. En la década de 1960 el psicólogo social Stanley Milgram propuso un experimento para poner a prueba el “problema del mundo pequeño”.
Como una “Carta a García” moderna, Milgram le pidió a 296 personas de Nebraska y Boston que le hicieran llegar una carta a una persona específica en Massachusetts, Estados Unidos. Las cartas solo podían ser enviadas a personas que se conocieran “de primera mano”, a quienes se les pedía que participaran en el estudio y buscaran, a su vez, la forma de hacer llegar el mensaje a su destinatario final.
64 de las correspondencias llegaron a su objetivo. El 48 % de las cartas pasó por lo menos por tres personas antes de llegar a su destino final, y el promedio de intermediarios entre el punto de partida y el receptor del mensaje fue de 5,2 personas. Aunque el documento donde Milgram y Jeffrey Travers exponen sus hallazgos, publicado en diciembre de 1969, nunca usa la expresión “seis grados de separación”.
Un notario de Estonia, un consultor de tecnología de la India, un policía en Australia y un veterinario del ejército noruego. Duncan Watts se ahorró los gastos por correspondencia y propuso, en el 2003, realizar un experimento similar al de Travers y Milgram. Buscaba que un correo electrónico le llegara a una de 18 personas en 13 países distintos, con profesiones y perfiles tan diversos como los enunciados.
Para lograrlo envió –junto a un grupo de investigadores de la Universidad de Columbia– correos a casi 25.000 voluntarios del experimento. Las bases eran las mismas: las correspondencias tenían que moverse a través de personas que se conocieran de alguna forma, que tuvieran algún tipo de “vínculo social”, así fuera débil o casual.
¿El resultado? La cadena promedio tenía de cinco a siete personas. La variación dependía de elementos como la separación geográfica entre quien enviaba y quien recibía el correo.
En la actualidad no hace falta una cadena de seis “amigos de un amigo” para contactar a ciertas celebridades. Britney Spears le responde directamente a sus fanáticos por qué se tintura el pelo y Barack Obama dedica media hora a un foro virtual en el que le preguntan cosas como “¿Cuál es la receta de la cerveza de la Casa Blanca?” o “¿Qué va a hacer durante su segundo mandato para terminar la influencia corruptiva del dinero?”.
En lo local se dice que “Medellín es un pañuelo” y que todos se conocen con todos. Para Facebook estamos a tres y medio “amigos de un amigo” de cualquier persona en el mundo, sea de acá o no .