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De dios a Twitter. De la música al yihadismo. Karen Armstrong, una de las intelectuales más reputadas en religión comparada, convierte una conversación en una montaña rusa de conceptos donde aparece recurrentemente la palabra “compasión” como bálsamo a muchos de los problemas que acucian a esta sociedad.
Desde la organización Charter for Compassion lucha por cambiar un mundo agobiado por pensar mucho en sí mismo y poco en los demás.
Menuda y enérgica, Armstrong habla con motivo de su reciente Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales, de las similitudes entre las religiones. Y manifiesta estupefacción ante ciertas modas actuales que se presentan como liberadoras. Apasionada del fenómeno religioso, ha explicado en profundidad desde las páginas de Los orígenes del fundamentalismo (Paidós) por qué se produce la radicalización religiosa y ha reclamado en su ensayo En defensa de Dios (Paidós) la importancia que para el ser humano tiene creer en su trascendencia.
Usted dice que vivimos en una sociedad “altamente dogmática”. Pero si salimos a la calle a preguntar casi nadie se reconocerá dogmático y muchos presumirán de ser tolerantes.
“No me gusta la palabra tolerante. Si echamos un vistazo a su origen, tiene una raíz latina que significa “soportar algo”. Es el lenguaje del vencedor que dice que tolerará a la minoría. Tenemos que ir más allá de eso, porque vivimos en un mundo global cada vez más interdependiente. Lo que sucede en Siria hoy puede tener repercusiones aquí mañana, y lo hemos visto. No podemos vivir más los unos sin los otros, y aun así vemos gente que se recluye en guetos nacionalistas. Le pongo un ejemplo: yo escribo sobre el islam. Desde el 11-S se han realizado investigaciones que deberían ser relevantes para el público en general, pero de las que la gente nunca ha oído hablar. Después del 11-S, un psiquiatra forense que no es precisamente un liberal, sino un antiguo agente de la CIA, fue enviado a Guantánamo a entrevistar a los reclusos encerrados allí y se encontró con que solo el 20% de los presos tenía una educación musulmana. El resto eran o conversos —algunos autodidactas— o no eran practicantes hasta que se convirtieron al radicalismo. No responden, por tanto, a la imagen que tenemos de los fundamentalistas. ¡Pero si incluso dos jóvenes que dejaron Reino Unido para luchar con el ISIS en Siria habían encargado en Amazon un libro llamado Islam para tontos, lo que muestra su absoluta ignorancia! Tras los atentados del 11-S, Gallup hizo una encuesta en 35 países de mayoría musulmana y durante cinco años. Preguntaron a los encuestados si justificaban los atentados del 11-S. El 93% dijo que no y las razones fueron totalmente religiosas, citando el Corán. Lo interesante es que para el 7% que lo justificaba, las razones no eran religiosas, sino políticas. Este tipo de cosas deberían aparecer en portadas de medios como The New York Times para que el público tuviera una idea más completa del problema al que nos enfrentamos.
El mundo laico identifica dogmatismo con religión. En muchos ambientes, declarar que se profesa una religión es colgarse un cartel con la palabra dogmático escrita en él”.
Usted asegura que en el siglo pasado el fanatismo ganó terreno en las tres grandes religiones, pero la percepción en las sociedades occidentales no es esa.
“No hay un terrorismo cristiano matando gente. Pero sí hay un terrorismo budista matando gente en Sri Lanka y, perdone que le diga, estoy sentada en un hotel que se llama Reconquista, recordando que aquí se luchó en el nombre de Dios. Aunque suene complicado, los yihadistas no son particularmente religiosos. Si lo fueran no harían esas cosas, insisto. Y los medios son responsables por no resaltar con la suficiente determinación ideas que van contra esta imagen. Desde que hemos comenzado a convertirnos en un mundo global, en el siglo XX, ha ganado terreno la idea de lo diferentes que son las religiones: judaísmo, cristianismo e islam. Y hay gente que se ha refugiado en pequeños grupos que denominamos fundamentalistas. Esto comenzó en EE UU y posteriormente llegó a Oriente Próximo a partir de la guerra de los Seis Días. La derrota árabe en esa contienda se vivió como un drama, y todo eso llevó a un sentimiento de profundo miedo a la aniquilación del que se aprovechan estos grupos”.
Subraya que es un factor que ayuda a tener las cosas tranquilas, pero la realidad va en dirección contraria.
“Escribo un libro sobre la importancia de la escritura en las religiones y, para mi sorpresa, he encontrado que todas pueden ayudarnos a lidiar con nuestro presente. Por ejemplo, la religión hindú trata del medio ambiente... Las religiones monoteístas han insistido siempre en la igualdad y la justicia. Es el mensaje del Corán, del Evangelio y de los profetas de Israel, pero no hemos encontrado todavía una motivación racional para promover la universalización de los derechos humanos. Y son las religiones, y no los Estados, las que están hablando por los pobres. Ahí está el Papa —jamás me imaginé diciendo esto—, por ejemplo. Me gusta lo que está haciendo: está metiendo el dedo en la llaga, y no escucho a muchos otros hacer lo mismo. La separación Iglesia-Estado siempre es buena, pero la religión puede servir de contrapeso.
Hagamos un silogismo: las religiones, según su obra, son algo esencialmente práctico. La tecnología también es práctica. ¿Es la nueva religión?
“Da un poco de miedo. Tomemos como ejemplo Twitter. La idea de que puedes expresar pensamientos sustanciosos en 140 caracteres, o los que sean, es peligrosa, porque está reduciendo la complejidad. Por no mencionar todo el odio que aparece, y que la gente puede desplegar sin estar cara a cara con sus interlocutores. Se supone que es algo que sirve para unir, pero, a la vez, está haciendo aflorar algunos de nuestros peores defectos. A pesar de eso, es curioso cómo la gente prefiere hablar de esta manera en vez de hacerlo a la cara. Es hasta dramático ver cómo un grupo sentado alrededor de una mesa en vez de charlar se dedica a concentrarse individualmente en sus teléfonos. Es extraño, porque es como salirse del propio cuerpo. Los neurólogos dicen que aprendemos a través de él; por esa razón los rituales son importantes. No es una casualidad que un musulmán se postre mirando a La Meca o que en la Edad Media el canto fuera tan importante. Este aprendizaje con el cuerpo se está perdiendo, especialmente desde la Ilustración, y la tecnología es el último paso en esa dirección”.
¿Le preocupa que nuevas generaciones no puedan procesar ideas complejas?
“La tecnología está cambiando el lenguaje y la manera de hablar y escribir. Mucha gente es incapaz de escribir. Pero, siendo sinceros, tampoco hemos escrito durante tanto tiempo; apenas unos pocos podían hacerlo hasta el siglo XIX. Y tengo que decir que, aparte del Papa, tampoco veo a la gente en el campo de la religión utilizar la complejidad .
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