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Zambullirse en esos primeros párrafos de García Márquez

Algunos invitados del Festival y Premio que lleva el nombre del Premio Nobel Colombiano recuerdan esas líneas que dan inicio a sus novelas o cuentos.

  • Los primeros párrafos de Gabo fueron ejemplos de buenos inicios. Ilustración: Esteban París
    Los primeros párrafos de Gabo fueron ejemplos de buenos inicios. Ilustración: Esteban París
Zambullirse en esos primeros párrafos de Gabo
27 de septiembre de 2018
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En el prólogo de Doce cuentos peregrinos (1992) el escritor colombiano Gabriel García Márquez mencionó lo que para él era hacer el primer párrafo de un libro: “Hay que definir todo: estructura, tono, estilo, ritmo, longitud, y a veces hasta el carácter de algún personaje”.

Su novela cumbre, Cien años de soledad (1967), tiene uno de los más recordados de la literatura colombiana y latinoamericana. De hecho, en este aplicó cada una de las características que describió y casi que creó, en ese solo párrafo, el universo de Macondo que lo caracterizaría .

El escritor, traductor y editor argentino-canadiense Alberto Manguel escribió el mes pasado en El País de España que las palabras iniciales de un texto debían dar pistas del libro: “Pausada o bruscamente, resumiendo el argumento o distrayendo al lector para que no adivine el desenlace”.

El primer párrafo es un abrebocas, no el cuento completo.

Aunque tampoco está tallado en piedra. El inicio de Crónica de una muerte anunciada (1981), Gabo lo pensó como un spoiler: el lector sabe el final desde el principio, sin que afecte la trama. O el caso de Rayuela (1966), de Julio Cortázar, que no tiene un orden específico de lectura; incluso el escritor recomienda diferentes tipos y cada una lleva a un recorrido distinto.

Primer párrafo

Los buenos inicios son fundamentales; naturalmente, los malos también son decisivos. Una entrada regular es suficiente para abandonar o que no ocurra la magia entre texto y lector. “Si el comienzo es débil, este adivinará que el escritor tuvo dudas y lo seguirá leyendo con desconfianza”, explica María Cristina Restrepo, escritora y profesora de talleres de escritura creativa.

En cuanto a la creación literaria, para ella esas primeras palabras son determinantes. Recomienda incluso en sus talleres volver a leerlo en función de la reescritura –no solo el primer párrafo sino, incluso, la primera línea–.

De hecho, el oficio de periodista le dejó a Gabo una especial preocupación por arrancar sus textos como ganchos que sujetaran del pescuezo y su atención no se disipara.

Ese es el mismo punto, explica Alejandra Toro, jefe del pregrado en Literatura de la Universidad Eafit, en el que los autores también encuentran el tono y en el que los lectores perciben cuál es la invitación de la obra. “Se decide si va a ser un estilo rápido, lento, mesurado o poético”. También el profesor Óscar González piensa que “el inicio de toda novela o cuento marca y determina la visión del libro, el contenido, la dimensión de la historia, del relato que se va a desarrollar”.

Las primeras líneas de un libro son como la primera impresión o como un amor a primera vista. Es preciso leer bien y darse cuenta de cuándo es un inicio dudoso o cuándo le están ofreciendo un tesoro que vale la pena buscar.

Siete periodistas y escritores invitados al Festival y Premio Gabo, que se realizará en Medellín entre el 3 y el 5 de octubre, hablaron de cuáles son para ellos los mejores inicios del escritor nacido en Aracataca. Contaron el por qué .

Infográfico

Un señor muy viejo con unas alas enormes

Al tercer día de lluvia habían matado tantos cangrejos dentro de la casa, que Pelayo tuvo que atravesar su patio anegado para tirarlos al mar, pues el niño recién nacido había pasado la noche con calenturas y se pensaba que era causa de la pestilencia. El mundo estaba triste desde el martes. El cielo y el mar eran una misma cosa de ceniza, y las arenas de la playa, que en marzo fulguraban como polvo de lumbre, se habían convertido en un caldo de lodo y mariscos podridos. La luz era tan mansa al mediodía, que cuando Pelayo regresaba a la casa después de haber tirado los cangrejos, le costó trabajo ver qué era lo que se movía y se quejaba en el fondo del patio. Tuvo que acercarse mucho para descubrir que era un hombre viejo, que estaba tumbado boca abajo en el lodazal, y a pesar de sus grandes esfuerzos no podía levantarse, porque se lo impedían sus enormes alas.

Renato cisneros, escritor y periodista peruano:

“Es uno de los párrafos de Gabo que más me gusta/impacta/emociona. Cada línea aporta un dato sensorial convenientemente administrado, lo cual va generando un clima de delicado suspenso que se rompe abruptamente con la luminosa sorpresa final: la imagen desorbitada de un hombre alado en el fondo de un patio. De un instante a otro pasamos del realismo más denso a la ficción absoluta. Ese primer párrafo del cuento es un micro-cuento en sí mismo; el lector llega a la última oración con una comprensión, no cabal pero intuitiva, del universo en el que está a punto de desarrollarse la historia”.

Discurso de recibimiento del Premio Nobel, 1982

En América Latina, esa patria inmensa de hombres alucinados y mujeres históricas, cuya terquedad sin fin se confunde con la leyenda, no hemos tenido un instante de sosiego. Un presidente prometeico atrincherado en su palacio en llamas murió peleando solo contra todo un ejército, y dos desastres aéreos sospechosos y nunca esclarecidos segaron la vida de otro de corazón generoso, y la de un militar demócrata que había restaurado la dignidad de su pueblo...

Mónica González, periodista chilena:

““Lo tengo pegado frente a mi escritorio porque cuando lo leí y releí cien veces fue una luz en medio de la muerte y la oscuridad. Este es su legado, marcado a fuego, para que nunca olvidemos nuestra identidad, y por qué y para quiénes hacemos nuestro trabajo como periodistas”.

Cien años de soledad

Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de 20 casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo.

Héctor Feliciano, periodista puertorriqueño:

“Es el equivalente de las primeras líneas de la vida. Es como el Antiguo Testamento del Evangelio, en el que Dios habla directamente a sus discípulos y apóstoles. Es una creación mítica de la literatura del hemisferio norte de América del Sur. Esto es la Biblia y Dios quien habla”.

Gioconda Belli, escritora nicaragüense

“Desde que abrí el libro por primera vez en 1969 o 1970, tuve una epifanía literaria pues reconocí desde esas primeras líneas que estaba frente a una nueva manera de nombrar el mundo y de contar y en la presencia de un gran escritor. Pienso que ese párrafo quedó estampado en la memoria de Latinoamérica y los latinoamericanos porque combina dos experiencias de nuestra región: las guerras y la inocencia de un mundo primitivo. Me atrevería a decir que esas primeras líneas las saben muchos de memoria porque se reconocen en ellas con un acierto que traspasa la racionalidad para toparse con el mito”.

Alex Grijelmo, escritor y periodista español

“Me parece una entrada redonda, llena de ritmo y de palabras seductoras, dotada de un cierre sorprendente. Quizás uno de los mejores comienzos de la historia de la literatura que haya leído”.

Crónica de una muerte anunciada

El día en que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5:30 de la mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo. Había soñado que atravesaba un bosque de higuerones donde caía una llovizna tierna, y por un instante fue feliz en el sueño, pero al despertar se sintió por completo salpicado de cagada de pájaros.

Leila Guerriero, periodista argentina

“El párrafo, además de tener una métrica impecable, adelanta el final del libro: ya sabemos que Santiago muere. Eso equivale a que una novela de misterio develara en el primer párrafo quién es el asesino. Sin embargo, seguimos adelante, devoramos la historia. Esas cosas solo las puede hacer un genio”.

Julio Villanueva Chang, editor peruano

“Para empezar porque anuncia la muerte del héroe de la novela, lo que normalmente es el desenlace. Pero no es solo eso: mire las palabras que contienen esas primeras líneas: matar/buque/obispo/bosque/higuerones/cagada/pájaros/estaño/almendros/ayunas/augurio/aciago/muerte. Son tan cruentas como poéticas a las que García Márquez hace jugar a la ronda”.

Jean-François Fogel, periodista y ensayista francés

“La primera frase me parece su mejor comienzo. Sabemos en seguida cuál es el desenlace final: el asesinato de Santiago Nasar. Pero falta la respuesta a una pregunta: ¿cómo? Es el milagro de la arquitectura del libro: captar al lector que se mantiene en vilo buscando entender lo que se le ha dicho en la primera frase... Es un cuento del Caribe que tiene, a la vez, la tensión de una novela policiaca y el determinismo de una tragedia griega”.

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