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Los duendes de la libertad habitan en Breslavia

Este es un relato de un viaje que está lleno de contrastes. Una crónica periodística que invita a la reflexión sobre la vida, la muerte, el ser humano. Un texto dedicado al maestro de la pluralidad y la tolerancia, Héctor Abad Gómez.

  • Fotos: Sara Fernández Gómez
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  • Los duendes de la libertad habitan en Breslavia
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30 de junio de 2018
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Un viaje reciente por las capitales imperiales de Europa central sirve de escenario y pretexto para reconfirmar que las ciudades, al igual que los seres humanos, venimos en combo. Somos la simbiosis entre lo mejor y lo peor, el encuentro de extremos, el lobo bueno y el lobo malo que luchan por salir, y todo depende, como lo dirá la leyenda Cherokee, de a cuál alimentemos. Ciudades como Budapest, Cracovia, Viena, Berlín, Dresde, Breslavia, Potsdam, nos van susurrando, o mejor gritando todo, acerca de la guerra y la estupidez humana. Destrucción, muerte, dolor, holocausto, venganza, van a estar y no propiamente como fantasmas, al lado de lo bello, sublime, majestuoso, emocionante e inexplicable. Y ese juego de ausencias y presencias se vive intensamente en la geografía, la arquitectura, la música, el baile, la pintura, las historias de vida, la escultura, la literatura, la gastronomía.

Una verdadera paradoja de sentimientos y emociones es el resultado natural de experimentar espacios barriales donde antes estaban los guetos judíos hoy se ofrezcan lugares para el disfrute como bares, restaurantes, tiendas, discotecas, espectáculos, cines. Vida y muerte perviven no solo en culturas como la egipcia. Imposible no recordar las miles de familias que tienen su residencia en el cementerio de El Cairo, donde los niños juegan balón sobre sus antepasados sepultados allí y aquello no significa para nadie irrespeto, sino más bien coexistencia sana y necesaria por necesidad de supervivencia en tiempos de adversidad económica. La gran diferencia y distancia con la experiencia del este europeo es que ahí la muerte no es la natural y esperada, sino la provocada miserablemente por fanatismos ideológicos que nos enceguecen y siguen poniendo hoy en peligro nuestro bien mayor, la hermosa vida. En todas partes, por allá y por acá, olvidamos la riqueza de la diversidad, del mestizaje y seguimos confundiendo ingenuamente nuestra vista, siempre pobre y limitada, con la mirada total e inteligente que se logra gracias a la suma de contrarios.

Polonia, de manera especial cuenta una dolorosa historia en las muchas reparticiones de su territorio. Pierde la independencia en 1795 lo que explica que durante el siglo XIX viviera épocas de múltiples rebeliones y levantamientos ciudadanos, en busca de su autonomía. Primero se la reparten entre Prusia, Rusia y Austria en tres ocasiones. Luego tuvo un corto periodo de libertad al perder Alemania la Primera Guerra Mundial, pero fue tomada de nuevo, cuando Hitler la invadió en 1939. Tras la Segunda Guerra Mundial sufre otra división y queda bajo el poder comunista de la Unión Soviética.

Aunque no propiamente de nativos, el drama de los refugiados se vuelve a vivir hoy con intensidad en la región y Polonia endurece -tristemente agrego yo- sus políticas de albergue para los miles de inmigrantes desesperanzados, procedentes de Siria, Irak, Afganistán. Un dolor adicional para un recorrido, donde repito, la belleza suprema camina de la mano de la asquerosa, inaudita y vergonzosa guerra.

Breslavia y los duendes de la libertad

La Venecia del norte

La ciudad de Wroclaw en Polonia, Breslavia en español, está situada al sudeste en lo que se conoce como Baja Silesia. El río Oder la recorre y gracias a un centenar de puentes las 12 islas pequeñas se conectan. La ciudad fue fundada por los príncipes checos hace mil años. Si es cierto que muchos ciudadanos habían sido dolorosamente expulsados del oeste de Polonia en los años 40; la vergüenza se iguala en el momento de la expulsión de los alemanes, para ofrecer la ciudad de Breslavia como nuevo hogar a los expatriados polacos, finalizada la Segunda Guerra.

La ciudad es considerada por muchos como la más bella de Polonia, se la conoce como la Venecia del norte. Fue arrasada en un 80% en la Segunda Guerra Mundial y se necesitó de un gran esfuerzo para volverla a levantar. Se encuentra entre las majestuosas e imponentes Praga y Dresde y a lo mejor es por eso que la gran mayoría pasan de largo. Recibe estudiantes de toda Europa porque su universidad es muy prestigiosa y reconocida, y ofrece el gran atractivo de un bajo costo de matrículas. De paso por la ciudad vale la pena visitar la sala Leopoldina de la Universidad, una de las pocas edificaciones que se salvó de los bombardeos y pasar por el sótano del Ayuntamiento a disfrutar de una cervecería de 700 años, la Piwnica Swidnicka. Los edificios más importantes y emblemáticos de la ciudad se encuentran en la Isla de la Catedral. Es tradicional encontrar músicos callejeros interpretando jazz y temas clásicos. Se propone como diversión primordial para todo viajero el recorrer la ciudad en busca de los duendes, símbolo de Breslavia. La tolerancia es clara y manifiesta en el Barrio de las Cuatro Confesiones, donde se encuentras los templos de las distintas religiones en completa y respetuosa coexistencia.

La alternativa naranja

En 1980 las revueltas se intensificaron en todo el país y de manera especial en la ciudad de Breslavia. Tras casi 30 años de dominio soviético, nace en 1981 el movimiento Alternativa Naranja como reacción al golpe militar del General Jaruzelski, primer ministro y secretario del partido comunista. La sátira y el sarcasmo fueron las herramientas principales de este grupo clandestino porque era imposible realizar una confrontación abierta y directa con el gobierno por la privación de todo tipo de libertades y derechos. Esa movilización es reconocida hoy como uno de los movimientos más pintorescos de la historia de la resistencia pacífica con actos desafiantes ante una férrea censura. El símbolo de la disidencia polaca es un gnomo con una flor en la mano y un gorro color naranja, que los responsables del movimiento empiezan a utilizar en las manifestaciones artísticas tipo happening, donde los duendes cobran vida y el ingenio, el humor, el absurdo, el sinsentido, la alegoría y la metáfora son los invitados de honor, como manifestación de un profundo sentido libertario.

“El mayor” Waldemar Fydrich, doctor en historia del arte de la Universidad de Breslavia, será el gran ideológico y pionero, y quien va a iniciar toda una movilización de protesta social. Acostumbraba repetir: “La tesis es la propaganda anti-régimen, la antítesis es la censura y la síntesis es el duende”. El proyecto tiene mucho de singular y mágico porque en verdad no reclamaban nada específico referido a la política imperante en su país en ese momento y aun así contribuyeron significativamente a la caída del Socialismo soviético en el este europeo, de la mano del movimiento obrero Solidaridad. Los verdaderos responsables conceptuales de la rebelión de los duendes en Polonia serán los Manifiestos del Surrealismo del poeta francés André Breton. El profesor universitario Fydrich, inspirado en ellos, saldrá por las noches solo, a partir de 1980, a hacer sus grafitis sobre los muros pintados por los militares para impedir los mensajes de los grupos opositores al régimen. Se dedicó a pintar pequeños duendecitos como la forma personal de demostrar su malestar por las paredes censuradas.

“De la lectura de los manifiestos surge claramente que el surrealismo no es simplemente una escuela literaria o artística, representa ante todo una concepción del mundo. En esta concepción son los valores vitales del hombre los que se jerarquizan en más alto grado, y entre estos, la imaginación, con sus resultantes, la acción creadora y el amor. Todos estos valores sólo pueden realizarse cuando el hombre goza de la plenitud de su libertad”. (Aldo Pellegrini. Prólogo a la edición en español Buenos Aires 1965).

Breslavia y los duendes de la libertad

Cuando el profesor Fydrich fue encarcelado, las pintadas de duendes en muros censurados se extendieron por toda Polonia, las protestas tipo happening con estudiantes y ciudadanos disfrazados de duendes de La alternativa Naranja, también crecieron. El apoyo de la iglesia católica a aquel hervidero social también fue definitivo, a través del polaco, Karol Wojtyla, hoy San Juan Pablo II. Muy importante no olvidar que ya por aquellos años el movimiento obrero Solidaridad contaba con 10 millones de miembros y es por eso que se inscribe como partido político para llevar a la presidencia de Polonia en 1989, al líder sindical Lech Walessa después de 45 años de Socialismo impuesto y 63 años sin derecho al voto por parte de sus ciudadanos.

Va a ser muy importante que los viajeros incautos no nos confundamos y miremos aquellos duendes regados por toda la ciudad de Breslavia, como simples atractivos turísticos que representan 300 situaciones y oficios de la vida cotidiana. Ellos son un verdadero homenaje a la ciudad que supo resistir y protestar con instrumentos no convencionales como flores, papel higiénico, disfraces, grafitis, gorros naranja.

La primera pequeña escultura conmemorativa de los grafitis del 80, se puso en 2001 como reconocimiento al valor libertario del movimiento Alternativa Naranja y sus duendes protectores y mágicos, que tuvo su principal acontecimiento de protesta en la marcha del primero de junio de 1988. Hoy siguen manifestándose contra las injusticias dentro y fuera del país. La totalidad de las pequeñas esculturas son obra del artista polaco Tomasz Moczek y existen para recordar y agradecer a los ciudadanos de Breslavia que se movilizaron pacífica y creativamente por la liberación de Polonia, al igual que el pueblo indio con el Mahatma Gandhi a la cabeza.

Cuenta la leyenda que los gnomos llegaron a Breslavia para ayudar a sus habitantes en la cacería de un duende que robaba su comida, “el diablillo de Odra”. El primero en llegar, “Papá Enano”, terminó quedándose cuando su familia empezó a crecer y animado por el tejido de relaciones estables y armoniosas con los humanos.

Breslavia y los duendes de la libertad

El ciudadano como protagonista político y moral

El arte tiene la magia y el poder de permitir una relación entre pares, un encuentro de saberes y entenderes. Rompe la imposición del monólogo, hace posible la conversación y el diálogo sincero que construye acuerdos. Invita a practicar la sospecha de la propia mirada y abrir las posibilidades de que el otro pueda convencernos con la fuerza de sus argumentos. Es pura ciudadanía en acción. Un llamado al protagonismo político y moral que corresponde a todos los ciudadanos, como deber auténticamente democrático y con el ejercicio de la libertad como requerimiento esencial.

“Pero lo que considero fundamental en el surrealismo es su fuego graneado dirigido contra la imbecilidad, la sucia, perversa y siniestra imbecilidad, que tan fácilmente se adueña del poder, y maneja a los hombres y a las conciencias” (A. Pellegrini).

El chileno Cristian Parker acuñará un término que viene bien recordar: secu-modidad, para advertirnos acerca del inminente peligro de seguridad + comodidad y para invitarnos a la acción, a la inconformidad, al malestar, a la movilización, para impedir que el letargo y el determinismo nos invadan y petrifiquen.

Desde los estudios de ética se nos recuerda permanentemente que con sentir indignación no es suficiente. Para estar verdaderamente altos de moral se necesitan acciones y conductas que produzcan, o por lo menos propongan los cambios necesarios que tanto deseamos, en términos de ciudadanía, convivencia, respeto y construcción de bienestar para todos. Miles de colectivos de ciudadanos en todo el mundo adelantan hoy sus valerosos esfuerzos para crecer en conciencia y coherencia. Con el simple deseo y molestia expresada por medios tradicionales y a través de las redes sociales no alcanza a pasar nada. Por supuesto que esa presencia comunicacional es necesaria pero no suficiente. Si algo maravilloso le puede pasar a un país y a una ciudad es que gente valerosa y creativa nos impida seguir plácidamente en la comodidad de lo obvio, de lo clásico y nos enseñe a practicar la filosofía del cuidado; a dolernos por lo propio, por lo del otro, por el entorno.

Los duendes de Breslavia son un caso exitoso de no-violencia y desobediencia civil, para seguir insistiendo siempre que el arte en todas sus manifestaciones también tiene que servir para incomodarnos, para evitar la homogenización y la uniformidad que empobrece y envilece al ser humano. Son un llamado a la libertad creativa como práctica de resistencia y objeción de conciencia. Valdría la pena tomar atenta nota de este tipo de manifestaciones, donde el amor y el cuidado por la vida son esenciales, para aprender que se requiere de mucha creatividad y valor para arriesgarse, apartarse del “importaculismo” que tanto daño nos hace, y emprender con fuerza y energía la práctica de expresiones y acciones nacidas de la inteligencia y la ética, agregando la potencia de lo simbólico y de lo humorístico.

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Los grafitis, obras de teatro, movilizaciones, intervenciones artísticas y demás actividades de Alternativa Naranja en la década de los 80, inspirados en el Dadaísmo y el Surrealismo, se propusieron para estimular el pensamiento libre e independiente alrededor de las partes en confrontación, manejando con maestría la ridiculización. Lo que empezó como un movimiento estudiantil y artístico underground se convirtió en un protagonista muy principal de la liberación de Polonia y será recordada como una de las revoluciones más simpáticas de la resistencia social. Una lección interesante y valiosa para los nuevos movimientos sociales, muy especialmente aquellos dirigidos a mantener la prevalencia de los derechos fundamentales por encima de cualquier tipo de interés individual, sea económico o político. El prologuista de los Manifiestos lo señala con claridad y contundencia: “La honda preocupación por el destino del hombre surge muy claramente de la lectura de los manifiestos. La prédica de Breton en pro de una vida más alta, en la que la dignidad del hombre sea respetada y contemplada en toda su extensión, es paralela a su violenta condenación de un mundo actual sumido en la indignidad y encerrado por la “‘muralla del dinero salpicada de sesos’. Pero también su condenación se extiende a quienes, pretendiendo luchar contra la tiranía del dinero, permanecen aferrados a los mismos esquemas rígidos y falsos del pasado, esquemas que coartan la libertad en sus dos ramas esenciales para la realización del hombre; la libertad de crear, la libertad de amar”. (Prólogo a los Manifiestos del Surrealismo, Aldo Pellegrini).

Y como Héctor Abad Gómez es la inspiración y el motor de lo que aquí escribo, termino aludiendo a sus sabias palabras en carta a un discípulo: “Creo que he enseñado muy poco, aunque creo que una cosa sí he logrado: hacer pensar libremente. ¿Es esto bueno o malo? Yo creo que bueno. El pensamiento libre —fuera de ser una gran satisfacción personal— es lo que ha permitido que la humanidad haya adelantado. El pensamiento libre nos permite crear mejores esquemas y aspirar a cosas mejores. Es difícil enseñar cuando no se quiere imponer un pensamiento, sino estimular el pensamiento ajeno, libremente. Alguna vez dije que yo no había creado una escuela sino una anti-escuela”.

Con ilusión y esperanza asistimos hoy en Colombia a la conformación de colectivos de ciudadanos cada vez más críticos y participativos, que se manifiestan creativamente como auténticos co-responsables de acciones encaminadas al bienestar de todos, la equidad, la libertad y el respeto a la diversidad. El Gobierno actuando solo es incapaz de sacar adelante proyectos sociales urgentes que necesitan de importantes dosis de convicción, talento y trabajo duro. Por eso son necesarias y útiles las movilizaciones valerosas que tanto nos dignifican a todos, para que después de la indignación podamos pasar a la acción transformadora.

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