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Detrás de los votos hay una ideología

En Colombia existe un miedo a la doctrina en el discurso político. Un problema que afecta al elector.

  • El miedo a las ideologías políticas, a que puedan existir, que puedan ser referenciadas mantiene proscrita la posibilidad de una política de las ideas y no de los ataques. FOTO jaime pérez
    El miedo a las ideologías políticas, a que puedan existir, que puedan ser referenciadas mantiene proscrita la posibilidad de una política de las ideas y no de los ataques. FOTO jaime pérez
18 de mayo de 2018
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Las campañas políticas buscan conquistar votantes con discursos, propuestas y estrategias que se componen de ideas sobre el amplio mundo social. Esas ideas tienen que ver con el funcionamiento de la economía, la administración y la toma de decisiones que afectan la vida cotidiana de todos los individuos. Sin ideas expresadas en planes, políticas públicas o decisiones gubernamentales, dirigidas a poner en marcha una determinada medida en esos ámbitos, una sociedad sencillamente no funcionaría.

Paradójicamente, para algunos candidatos, empresarios y ciudadanos hablar de ideologías políticas en tiempos de campaña se califica de anacrónico y hasta de inútil.

Se le teme a la palabra ideología. En nuestro país, entre menos se evidencie la ubicación ideológica cuando se expresa una idea para el mejoramiento, transformación o sostenimiento de un aspecto social, resulta mejor. Los argumentos que se apoyan explícitamente en un conjunto de ideas reconocidas como ideología política, en muchos casos, resultan tachables o sospechosos.

En las discusiones políticas colombianas se prioriza la atención a lo pragmático e inmediato. Sin que medie un determinado criterio de información que ubique a los electores en un contexto de reflexión. En las discusiones, debates o disputas de argumentos no se proporcionan herramientas para que los electores se incluyan como participantes de los problemas políticos pensando cómo es el funcionamiento de la sociedad con sus problemas y cómo debería ser con soluciones que puedan sostener a largo plazo.

Los discursos académicos actuales en todas las áreas de las humanidades destacan que sin las palabras dotadas de un sentido que son las ideas, los sistemas económicos, sociales y culturales no podrían existir. Sin esas palabras que tienen sentido para una persona o un grupo de personas, la sociedad y la vida humana misma no existirían.

Siguiendo esta importante aclaración de las ciencias sociales contemporáneas vinculadas a la filosofía del lenguaje, no se debería pasar por alto que para pensar los problemas políticos se necesita información y herramientas de análisis que a veces no se tienen. El conjunto de aspectos presentes en una ideología política proporciona la posibilidad para un ciudadano de hacerse una imagen del mundo a partir de la cual se plantea la vida política de una sociedad. Pero, esta necesidad de formación ciudadana sobre ideas no es evidente. La falta de formación en cultura política afecta la maduración de una sociedad democrática y hace vulnerable a la ciudadanía. En este sentido, el miedo a las ideologías, a que puedan existir, que puedan ser referenciadas mantiene proscrita la posibilidad de una política de las ideas y no de los ataques.

Este miedo a la ideología tiene múltiples causas. La violencia política que caracteriza la historia de Colombia es hoy un problema para el reconocimiento de que en la política democrática debe poder reconocerse un vínculo entre ideas y acciones. A la par de esto, la falta de eficacia simbólica del Estado y sus discursos institucionales dificultan la posibilidad de introducir nuevas ideas para la toma de decisiones en la vida cotidiana. Esto impide que la vida diaria sea percibida a partir de una lógica más allá de la cotidiana y que competencias para valorar argumentos o reconocer múltiples perspectivas logren desarrollarse en los individuos.

Por último, las dificultades de constituir una esfera pública de información afectan la necesidad de una ciudadanía que se identifique ideológicamente de un modo consciente. En muchas ocasiones, los medios de comunicación no funcionan cómo formadores de opinión pública, poniéndose del lado de los ciudadanos y acercando las ideas a su posición; sino que, siguiendo una idea rígida de imparcialidad y presuponiendo uniformidad en los receptores de sus mensajes, simplemente reportan hechos.

*Abogado de la Universidad de Medellín, magíster en Filosofía de al U. de Antioquia y jefe del programa de Ciencia política de la U. de M.

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