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No más matoneo, tarea de todos

Más del 30 % de los estudiantes se sienten víctimas de matoneo en sus colegios.

  • ILUSTRACIÓN ESTEBAN PARÍS
    ILUSTRACIÓN ESTEBAN PARÍS
09 de febrero de 2018
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La rencilla entre dos estudiantes del Inem José Félix de Restrepo que terminó con una tortura pública, una herida de arma blanca y dos menores de edad judicializadas mostró las dimensiones que ha tomado el matoneo en los colegios del país, pues aunque el caso ocurrió en Medellín, es la muestra de que las peleas se van volviendo más exasperantes y los menores de edad no tienen herramientas de diálogos para resolverlas.

El panorama se hace más preocupantes al constatar que en las pruebas Saber 2012 se encontró que a nivel nacional, en grado quinto, el 37.6 por ciento de los niños se identifican como víctimas de intimidación escolar, el 21.5 por ciento indicó ser intimidador y el 54.3 por ciento asumió un rol de observador. En grado noveno, por ejemplo, el 30.9 por ciento afirmó ser víctima, frente a un 22.1 por ciento que se confesaron como intimidadores y el 65 por ciento como observadores.

En palabras de Manuela Espinal Solano, estudiante de Comunicación Social Periodismo de la Universidad Pontificia Bolivariana y escritora del libro Quisiera que oyeran la canción que escucho cuando escribo esto (Angosta Editores, 2016), el matoneo ahora es muy diferente a lo que vivieron generaciones anteriores.

“Ustedes, los que son mayores, dicen que esto siempre ha existido, que siempre ha habido un montador en el colegio, pero ahora es diferente. Antes ustedes salían del colegio y las cosas terminaban ahí, pero ahora no hay descanso, porque ahí quedan el Facebook, el Instagram y los grupos de Whatsapp que se crean para recordar trabajos del colegio, en todos esos escenarios se perpetúa el bullying”.

Investigaciones realizadas por la Organización Red Papaz, mostraban que en 2014, 191 menores de edad denunciaron ser víctimas de ciberacoso. Viviana Quintero, coordinadora Mesa de Trabajo TIC de Red Papaz, dijo entonces que “el ciberacoso se da de manera sistemática y repetida. Se da en medios como el correo electrónico, mensajes de texto, llamadas a celular y las redes sociales. Cuando un niño va publicar una agresión por Internet, normalmente está frente a una pantalla solo en su casa, entonces los menores de edad piensan que como están en el anonimato nadie va a saber lo que están haciendo y que probablemente no va ser tan grave, la gente tampoco entiende cómo se potencia el daño cuando se hace a través de un medio de comunicación masivo”.

Según el Ministerio de Educación, en Colombia el 76 por cientos de los menores entre los 6 y 9 años es internauta y el 88 por ciento, en el caso de los que están entre los 10 y los 18 años, es usuario de Internet. Lo más delicado es que el 70 por ciento de toda esta muestra nave en la red sin ningún tipo de control aún accediendo en una computadora que está en el hogar.

¿Qué hacer entonces?

Las instituciones educativas deben crear por ley una estrategia que se llama comités de convivencia escolar y en la que participan representantes de los estudiantes, de los docentes y de los directivos.

Estos comités deben servir para generar políticas, normas, medidas de prevención y de intervención frente a casos puntuales de acoso escolar. Sin embargo, a veces funcionan de manera inadecuada y las reuniones no suelen concretarse, por lo que es importante activarlos.

Carolina Carvajal Méndez, psicóloga especialista en Clínica y magíster en Terapias de Nueva Generación, dice que es vital que en el colegio se establezcan normas y políticas de no violencia, y que estas no aparezcan después de algún sucedo infortunado.

“Una de las herramientas es consolidar estas políticas a través de los manuales de convivencia, que deben ser conocidos por toda la comunidad educativa y por los padres de familia, de tal manera que haya toda una posición de no negociación frente a conductas de violencia y matoneo”.

Además, la experta aconsejó: escuchar al menor que está siendo víctima. “No podemos minimizar el problema y decir que estas son cosas de niños, porque muchas veces esto termina convirtiéndose en algo mucho más grave. La idea tampoco es magnificar, los extremos son peligrosos”.

Pero indicó, también, que hay que escuchar de manera objetiva a las dos partes. “Esto se debe hacer a través de una entrevista, de tal manera que podamos tener la información más precisa y veraz”.

Por supuesto, una vez identificados los conflictos es necesario informar a los padres de familia de las partes involucradas, pues en ellos está gran parte de la salida del problema. Además, según el caso, es necesaria la intervención de especialistas: psicólogos, psiquiatras o un orientador especializado, tanto para atender las secuelas que quedan en la víctima como el contexto del victimario, pues suele suceder que estos casos traen ocultos escenarios de conflictos familiares.

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