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A Augusto Roa Bastos solían repetirle en entrevistas y foros que él sufría una obsesión por Paraguay. A este comentario, él respondió: “A todo aquel que quiere a su patria le entra una especie de obsesión por ella. Sobre todo cuando es un país muy desdichado”.
Hoy se cumplen cien años del nacimiento de Roa Bastos. Muerto el 26 de abril de 2005, pasó más de 50 años en el exilio, acosado por las dictaduras de su país. Pudo volver a Asunción en 1989, cuando el dictador Alfredo Strossner fue derrocado.
Protagonista de una vida intensa, digamos para comenzar que fue hijo de Lucio y Lucía. Él, aserrador y trabajador de un ingenio azucarero; ella, cantante aficionada, lectora y escritora. Con ella escribió su primera obra, una creación teatral titulada La carcajada, que presentaron por los pueblos para conseguir dinero para los soldados de la Guerra del Chaco. Ella también lo entusiasmó con la lectura, especialmente de la Biblia y de dramas, comedias y tragedias de William Shakespeare.
Quedó registrado en su biografía que se fugó de casa para participar en esa guerra que enfrentó a su país contra Bolivia, a la que fue vinculado como enfermero y aguatero.
Este autor es asociado por algunos con el boom latinoamericano, pero él mismo no se incluía en este grupo, del que reconocía su calidad, pero del que le molestaba que sus integrantes fueran tratados como estrellas de farándula.
“Augusto Roa Bastos es dueño de un alto nivel de aceptación en América Latina y su obra es muy leída —dice la maestra Lucila González de Chaves—. Esto lo convierte en un referente de las letras”. Y reconoce su importancia como trabajador de la cultura, lista en la que no hay muchas personas anotadas, añade ella.
Se refiere a que, además de sus obra creativa, Roa Bastos dejó un legado muy importante en su país. Luego de su regreso a Asunción contribuyó en la creación de un Instituto de Cultura, en el que sus paisanos pueden estudiar música, artes, literatura, y en la compilación y escritura de enciclopedias y escritos sociales sobre su país.
El escritor es conocido por su novela Yo, el supremo, considerada una obra cumbre de la literatura en español. Esta se centra en la figura de José Gaspar Rodríguez de Francia, dictador de Paraguay entre 1814 y 1840. Sin embargo, escribió otras novelas, cuentos, literatura infantil, poesía y guiones cinematográficos.
“Su obra maestra es Yo, el supremo. Las demás son divertimentos, apuntes, complementos de su creación principal, como lo hacen muchos escritores”, considera el narrador Darío Ruiz Gómez, quien cree que Roa Bastos es uno de los más grandes autores, necesario hoy, e invita a leerlo.
“A Roa Bastos lo define el tema del poder. Las relaciones injustas que se establecen entre quienes ostentan un poder exagerado y los demás. Las características de la servidumbre y el olvido”.
Cree que este escritor conoció muy bien la revolución de la novela adelantada por James Joyce, William Faulkner y Thomas Mann.
“Este paraguayo vivió en Francia la mayor parte de los años de exilio, pero no se incorporó a la literatura francesa, sino que encontró un lenguaje apropiado para hablar de la condición latinoamericana y, en especial, de su país”.
En una entrevista de Andrés Escobar Soto, de Prensa Latina, publicada en el Magazín de El Espectador el 21 de junio de 1998, cuando el escritor disfrutaba de su residencia en Asunción, este manifestó:
“Siempre un autor es biógrafo de sí mismo. A través de lo que cuenta va manifestando sus cualidades buenas y malas. A veces uno se desdobla en el héroe o en el villano y en los distintos personajes de una galería narrativa”.