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Medios de comunicación del país registraron, a mediados de agosto, una noticia poco alentadora para el gremio educativo: “Solo dos universidades colombianas están entre las 1.000 mejores del mundo”. Se trataba de la Universidad Nacional y de Los Andes que, por primera vez, habían sido incluidas en el ranquin Shanghai, uno de los más reconocidos internacionalmente.
El debate quedó servido: comenzaron los cuestionamientos sobre la calidad de las otras instituciones y de las locales específicamente, pero ¿por qué no aparecen en estos escalafones? ¿es válido juzgar una universidad por una clasificación de este tipo? Le explicamos.
Aunque los parámetros que tienen en cuenta las empresas dedicadas a calificar las universidades son, en su mayoría, los mismos, la importancia que se le da a cada uno, sí varía. En este caso se tuvieron en cuenta los ránquines Times Higher Education, QS y Academic ranking of world universities ARWU (ver gráfico).
Para Maricela Gómez, coordinadora de Visibilidad Académica e Impacto Científico de la Universidad Pontificia Bolivariana, es necesario comprender que los indicadores son evaluados con metodologías diferentes, lo que también influye en la credibilidad y resultado.
“Por ejemplo, esos tres escalafones que son, por historia y técnica, los más reconocidos, tienen un énfasis en investigación, una característica de universidades europeas y norteamericanas, que en nuestra región no está tan fortalecida”, mencionó la coordinadora.
Ramón Eduardo Guacaneme, experto en estas evaluaciones, enunció cuatro aspectos que explicarían la ausencia de universidades locales en estos escalafones.
“Que estudiantes o docentes ganen Premios Nobel en Ciencias Exactas, producción de artículos que a su vez sean altamente citados, la creación de empresas por parte de egresados y registro de patentes, son factores que no se ven hoy en el país, pero sí son relevantes para evaluar”, dijo el experto.
Y reiteró que “no es un tema de Colombia, es de Latinoamérica. Las variables medidas hacen que sistemáticamente favorezcan a unas en detrimento de otras”.
Para Gómez, también es importante resaltar que estos ranquin tienen en cuenta otras variables como la reputación académica. “Se trata de encuestas que les hacen a los académicos en el mundo a quienes, según su área de conocimiento, le preguntan por las universidades que consideran más valiosas”, contó.
A eso se le suma que no todos los artículos publicados se tienen en cuenta en la evaluación, solo los que aparecen en ciertas revistas indexadas.
Precisamente, con el fin de evaluar las universidades teniendo en cuenta el contexto social y cultural, ránquines como QS y Times Higher Education ya cuentan con versión latinoamericana (ver gráfico).
Por ejemplo, este último, entregó su última medición hace sólo tres días. En esta ocasión, dos universidades colombianas están entre las 20 mejores de la región (Los Andes y la U. de A.).
Guacaneme opinó que aunque representa un avance, aún no se tienen criterios muy claros, lo que hace que el proceso sea insípido pues por ejemplo, “en Latinoamérica hay un gran bache entre universidades públicas y privadas y por ello no se pueden evaluar conjuntamente”.
Claudia Patricia García, directora de Investigación y Extensión de la Universidad Nacional, sede Medellín, aseguró que hay que tener cuidado con la importancia que se les dan a estas evaluaciones.
“En muchas ocasiones provienen de empresas que más que hacer un ejercicio juicioso de la realidad, están interesados en vender cosas”, contó.
Para Luz Doris Bolívar, vicerrectora Académica de la Universidad de Medellín, los ránquines son plataformas de visibilidad en materia de calidad educativa, pero desconocen contextos de las instituciones.
Bolívar señaló que el hecho de que la sociedad se apoye solo en los escalafones representa un problema de rendición pública de cuentas de las instituciones.
“A nosotros nos atañe una responsabilidad con la sociedad, pues ofrecemos un servicio público que es la educación. Pero, si la sociedad no se interesa por licencias de funcionamiento o acreditaciones y está esperando que sea un ranquin el que le diga si una universidad X no es de garaje, es que estamos en deuda con la sociedad”, manifestó.
Para Bolívar el reto está en los sistemas internos de calidad en los que las variables que se miden sean analizadas e incluidas en los planes de mejoramiento institucional en contexto con el medio en que se desarrolla.
Entre tanto, Gómez sugirió que se “debe interpretar muy bien lo que dicen los ránquines. Cuando se da la noticia es necesario decir en qué es la mejor o en lo qué más se destaca”, sugirió Gómez.
Pero no se trata de descalificar o ignorar del todo los ránquines y las evaluaciones.
Según Maricela Gómez, desde la UPB, por ejemplo, se toman como referentes de aquellas competencias que se tienen que mejorar del modelo de universidad planteado.
Por su parte, Bolívar indicó que para la universidad estos escalafones representan una oportunidad de visibilidad respecto a la calidad educativa que ostenta y para la cual se parten desde procesos de autoevaluación, pero no se miran de manera independiente.
“Triangulamos los indicadores que estos presentan junto con los que entrega el Consejo Nacional de Acreditación que es nuestro organismo rector en materia de calidad educativa. En ese sentido no ignoramos los ránquines, son una oportunidad para la continua mejora”, agregó.
Para Bolívar, un indicador válido y que sintetiza la evaluación de la calidad educativa es la comparación entre el perfil de ingreso y el de egreso del estudiante, así como el impacto de su trabajo en el mejoramiento de la sociedad.
Algo en lo que concuerda Jorge Julián Osorio, rector de la Universidad CES, quien mencionó que cuando se trata de una institución en crecimiento, no se puede aspirar a estar en esas mediciones internacionales, pues el tiempo es un factor determinante.
“Aunque en los escalafones nacionales nos ha ido bien, hoy seguimos desarrollando indicadores de medición y adaptándolos. Los ránquines son una guía para este trabajo”, agregó Osorio.
De esa manera, los escalafones representan la oportunidad para establecer indicadores según el objetivo de la universidad.
“Nos lleva a conocer esas reglas por cumplir para alcanzar las metas según nuestro contexto”, dijo Gómez