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El barrio Veinte de Julio y su propio grito de Independencia

Hasta 1980, el Veinte de Julio vivió en paz. Las familias fundadoras cuentan su historia. Hoy celebra 64 años.

  • Panorámica del sector y las invasiones de Las Independencias.
    Panorámica del sector y las invasiones de Las Independencias.
  • Parroquia Las Bienaventuranzas en el barrio Veinte de Julio.
    Parroquia Las Bienaventuranzas en el barrio Veinte de Julio.
  • Parque de la Paz, entregado a la comunidad en 2011. FOTOS EDWIN BUSTAMANTE
    Parque de la Paz, entregado a la comunidad en 2011. FOTOS EDWIN BUSTAMANTE
Ni la guerra logra conquistar su independencia
20 de julio de 2018
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Incrustado en la comuna 13 de Medellín, este sector fue planeado desde su fundación en 1954 como una cuadrícula impecable de casas. Desde siempre sus pobladores dedicaron sus vidas al comercio que hasta hoy colma todas las cuadras, pero con el orden deseado extraviado, producto de las invasiones de ranchos sobre los morros que gobiernan al Veinte de Julio.

El bautizo llegó como un homenaje a los próceres de la Independencia de Colombia, tal como lo narra la hermana Teresita Londoño Mazo en su libro sobre la historia del barrio; ella fue una de las mujeres que ayudó a levantarlo.

Los terrenos sobre los que creció pertenecían a una hacienda llamada El Salado, cuya extensión sube por la montaña hasta llegar a otro asentamiento que conservó tal nombre. El caso es que la finca la compró Juan Arroyave, conocido como “Cheno”, quien junto a la Urbanizadora de Antioquia se comprometió a urbanizar estas tierras, misión que no se cumplió.

El nacimiento

Cuando Nora Arbeláez arribó junto su familia al barrio, con 16 años, eran más potreros que otra cosa. Recuerda que llegó a vivir a una vieja casona de bahareque que ya desapareció dando paso a la parroquia Las Bienaventuranzas, que entre otras cosas el año pasado celebró medio siglo de existencia.

“La casa funcionaba con preventorio (centro de salud), pero estaba abandonado. Alrededor de esta se fueron loteando y abriendo las calles y se construyó una pequeña capilla, aunque como no había padre tampoco había misas”, rememora Nora.

A su esposo, Carlos García, lo referencian en el sector como uno de los fundadores. La memoria, que ya no lo acompaña, solo le permite recibir con una sonrisa amable a quienes lo visitan. Tiene 83 años y fue de los que ayudó a abrir los huecos para construir las alcantarillas y cargar adobes para edificar viviendas. Nunca se fue, ni en la época más violenta.

“Yo soy de lo mejorcito que tiene el Veinte de Julio, bienvenido. Pero si me va a preguntar por la historia, le tengo que decir que ya no alcanzo a recordar tantos detalles”, expresa.

El hermano de Nora, Darío Arbeláez, sí recuerda aquellos juegos, a sus 12 años, mientras la gente cargaba materiales para ir poblando el naciente barrio.

“La hermana Teresita, a punta de recolección y con ayuda de albañiles, construyó la capilla (en 1961). Nos invitaba a los muchachos a rezar el Rosario y a cambio nos daba confites. Con el tiempo fundó la comunidad religiosa de Santa María Rosa Mística”, cuenta.

Años más tarde, en 1967, la comunidad celebró la primera misa campal en su nueva parroquia, justamente el 20 de julio.

Fiestas de la Independencia

Aquellos tiempos en los que la llegada de este mes era motivo de algarabía en el barrio quedaron atrás. Este año, el párroco Samuel Arias organizó una misa para conmemorar la fiesta patria, pero Nora se lamenta porque no queda ni rastro de las celebraciones que duraban una semana, juntando el día de la Virgen del Carmen con el 20 de julio.

“Ahora se contentan con unas orquestas, un tablado y ya. Décadas atrás, de las colinas bajaban las marchas con tambores desde muy temprano. Había bailes, música, acompañando desfiles hermosísimos”.

Por su parte, Darío recuerda los reinados. Cuadra por cuadra las muchachas ponían sus nombres sobre la mesa para ganarse la coronación. “Vendían empanadas, gaseosas, y las fiestas eran a punta de radiolas”.

A una cuadra de la parroquia estaba ubicado un parque conocido con el nombre de “La Rinconera”, donde Carlos y Darío se reunieron en varias ocasiones a departir con sus amigos.

Este lugar fue renovado totalmente durante la alcaldía de Alonso Salazar y, en 2011, le entregaron a los vecinos del Veinte el Parque de la Paz.

La invasión y la violencia

A comienzos de 1980 se partió en dos la historia del barrio. Los morros, que habían permanecido desnudos, se fueron llenando de ranchos que cambiaron el paisaje. Ya no eran colinas verdes, sino naranjas y cafés por los ladrillos y la madera de las casas de los nuevos vecinos.

Para no desentonar, la hermana Teresita consigna en su libro que se bautizaron las invasiones con nombres referentes a la patria: Independencia zona 1, 2 y 3; así como también el sector Nuevos Conquistadores.

“Hubo mal entendidos entre los recién llegados, que causaron divisiones, dando origen a diferentes grupos que se enfrentaban unos con otros y surgió la incomprensión”, relata la religiosa.

Darío vio así como desapareció la cancha donde jugaba fútbol con sus amigos para dar paso a los asentamientos que rodearon al Veinte y, el 16 de octubre de 2002, sucedió aquel episodio que jamás quiere volver a vivir: la operación Orión.

“Ese día y durante mucho tiempo, los grupos bajaban a la gente desde los morros y los mataban acá, en nuestro barrio. Cuando llegaba la Policía en tanquetas blindadas llovían balas de fusil desde la parte alta”, revela.

La hija de Nora, que por aquellos tiempos comenzó a trabajar, tenía que seguir su ruta entre calles llenas de hombres camuflados y armados hasta los dientes.

“Fue una época dura. Describir lo que vivimos es complejo, con las palabras uno se queda corto para todo lo que ocurrió. Lo malo es que ahora la situación está complicándose otra vez”, dice Nora.

Con la mirada hacia adelante

Con motivo del cincuenta aniversario de la parroquia, el año pasado las hermanas de la Rosa Mística inauguraron elmuseo “Huellas de mi barrio”, donde no solo reposan reliquias religiosas de la fundación del Veinte, sino que hay un repaso histórico, cultural y artístico del sector, sin desconocer un pasado azotado por la violencia.

En este lugar reposan las fotografías tomadas en las décadas del 60, 70, 80 y 90. El objetivo: que las alegrías vividas en esas calles no se olviden y que el sentido de pertenencia por el barrio se mantenga.

El párroco Arias estima que en el Veinte y los sectores aledaños hay cerca de 25.000 personas. “Sin desconocer las dinámicas que lo afectan como las bandas o el microtráfico, esta comunidad tiene más gente trabajadora, dedicada al comercio. Yo que llegué hace apenas 10 meses me siento bastante seguro, rodeado de gente cálida”, expresa.

A muchos pobladores del Veinte las etiquetas y el estigma por vivir en una comuna convulsionada no los trasnocha. Así pasa con Efraín López, quien además de vender productos de farmacia y peluquería, también es conocido como el “malicioso feliz”, un artista de música popular que con sus canciones demuestra que lo mejor del barrio también salta a la vista.

1954
es el año de fundación del barrio, según el libro histórico de la hermana Teresita Muñoz.
Infográfico
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