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¿Cómo controlamos la ira al volante de los paisas?

¿Cómo controlar un fenómeno del cual no existen registros? Expertos analizan sus causas y las maneras de enfrentarlo.

  • FOTOILUSTRACIÓN CARLOS VELÁSQUEZ
    FOTOILUSTRACIÓN CARLOS VELÁSQUEZ
18 de febrero de 2018
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Para los insultos, los pitos y los afanes no se contemplan sanciones en el Código Nacional de Tránsito. La ira, el estrés y la amaxofobia (miedo a conducir un vehículo) se evidencian en las calles de Medellín y se comentan en algunos cotilleos ciudadanos. “No me volví a subir a un carro porque aquí parece que todos son enemigos cuando uno maneja”, decía una señora antes de ingresar al metro.

Quizás, como no hay infracción, controlar este fenómeno es un verdadero desafío. Tampoco están cuantificados los casos. ¿Quién verifica cuántos insultos se reparten a diestra y siniestra en las vías urbanas? ¿Quién lleva la suma de cuántas bocinas ensordecen el ambiente en una hora pico, por ejemplo, en la Avenida Oriental?

La educación vial es permanente, según la Secretaría de Movilidad de Medellín, pero para que sea eficaz, señalan expertos, habría que entender primero la razón por la que cualquier ser humano es susceptible de ponerse violento al conducir.

Estrés al volante

Manejar un vehículo es una actividad que siempre genera estrés, explica Juan David Giraldo, jefe del programa de Psicología de la Universidad de Medellín. “No necesariamente es negativo, puede ser un estrés positivo, que es aquel que permite estar concentrado”, subraya.

Es diferente de aquel que lleva a las personas a frenar bruscamente, acelerar en espacios reducidos, cambiar de carril sin previo aviso, a pitar impacientemente luego de que el semáforo cambia a verde.

Giraldo revela que la persona que conduce en ciudad puede recibir hasta cien veces más estímulos que en carretera, lo cual la vuelve propensa a la ira.

“Cuando estás en lo urbano hay factores como la publicidad. Las vallas u otra cantidad de elementos compiten con las señales de tránsito y eso también influye en las reacciones violentas”, argumenta.

Agrega que cuestiones tan simples como la incomodidad de un asiento, la poca visibilidad o el ruido, sumado al número de vehículos que crece cada día en Medellín, pueden conducir a comportamientos agresivos.

“Nuestro cerebro tiene circuitos neurales del miedo y la ansiedad —comenta Giraldo—, todos esos estímulos generan una sensación de impotencia o ansiedad, efecto de algo que se percibe como amenazante”.

Según la Organización Mundial de la Salud, OMS, el 30 % de los accidentes de tránsito ocurre a causa de la fatiga que tiene un conductor al manejar un vehículo.

Aunque en Colombia las expresiones violentas al volante no están contempladas como infracciones, pueden desencadenar maniobras peligrosas que sí son sancionadas.

Percepción de la gente

Aunque el estudio más reciente a nivel nacional se remonta al 2010, cuando el entonces Fondo Nacional de Seguridad Vial publicó uno relacionado con el estrés al volante, este da cuenta del sentir sobre la forma como se conduce en Colombia.

En una muestra de 1.304 personas, repartidas en 36 municipios de todo el país, el 67 % respondió que les “saca la piedra” la forma de manejar de los otros, y el 70 % expresó que las vías les generaban respeto, miedo o estrés.

EL COLOMBIANO consultó la opinión de algunos usuarios en redes sociales para que compartieran su opinión sobre si creen que en Medellín se conduce con violencia, y aquí se comparten algunas de sus respuestas.

“La mayoría de personas anda con la iniciativa de pelear, se atraviesa, se come los pares y no se le puede decir nada porque de inmediato busca pelea, siempre se anda con esa semilla de violencia. Qué triste”, expresa José Medina.

Muchos de los que manejan un vehículo no hicieron curso de conducción, comenta Germán González Muñoz, lo que según él se traduce en falta de cultura, desconocimiento de las normas de tránsito y un peligro inminente en la vía.

David Gutiérrez Álvarez añade que la impaciencia no les permite esperar a que un ciclista arranque, en cuestión de segundos, porque quienes van al volante se desesperan.

“La gente siempre está de afán, no le da paso a los peatones, (...) si uno para en un cruce peatonal para dejar pasar a la gente, los carros de atrás te pitan y gritan”, denuncia Melisa Patiño Correa.

Educación vial, ¿funciona?

Desde la Secretaría de Movilidad de Medellín la premisa es clara: todos hacen parte del problema, cualquier cosa que se haga al volante tiene implicaciones para todo el sistema de movilidad en la ciudad.

El principio de corresponsabilidad lo llama Mario Ramírez, subsecretario de Seguridad Vial y Control, que incluye a todos los grupos poblacionales, desde los más pequeños hasta los adultos mayores.

El funcionario explica que se han desplegado talleres reflexivos y técnicas interactivas, para no limitarse simplemente a entregar volantes, sino a dialogar sobre los comportamientos en la vía.

Destaca el aula móvil, un vehículo que recorre la ciudad, con material ilustrativo en experiencias de movilidad y manejo del estrés; o el encarrete, un trailer arrastrado por una camioneta que es similar al aula móvil, pero para llegar a zonas de difícil acceso.

“También contamos con el Parque Educativo de Movilidad ubicado en el Parque Norte, donde hay semáforos, señalización, arborizado, recrea un ambiente de ciudad ideal que nos sirve en la educación vial”, comenta Ramírez.

Además, cuando alguien recibe un comparendo pedagógico luego de cometer una infracción, debe asistir a un curso en el cual se toca el tema del manejo de la ansiedad para conducir sin agredir a los otros.

El año pasado, la Secretaría de Movilidad logró sensibilizar a 250.498 personas por medio de todas las campañas que se desplegaron en Medellín.

No obstante, Emmanuel Ospina, investigador en temas de Movilidad de Universidad Eafit, cree que la gente solo logra interiorizar el mensaje cuando lo vive, cuando en la calle encuentra las condiciones para conducir de una manera menos violenta.

El profesional Juan David Giraldo duda de la efectividad de los cursos pedagógicos, pues señala que no tratan a fondo el tema del manejo del estrés y la ansiedad, o sobre cómo planear mejor los viajes para no conducir con tanto afán.

“Hay dos cosas que se necesitan para solucionar este problema: inteligencia emocional y social, si no controlamos las emociones, por un lado, y si no se tiene en cuenta que hay más carros y debemos dar espacio al otro, vamos a seguir siendo agresivos”, dice Giraldo.

Por otro lado, Andrés Felipe Agudelo, integrante de la Asociación de Centros de Enseñanza Automovilística de Antioquia que agrupa 42 escuelas de conducción, cree que son insuficientes las horas teóricas en estos lugares para instruir adecuadamente en educación vial.

“Desde el 18 de diciembre de 2017 se exigen 25 horas teóricas, en cinco de ellas se habla de ética”, explica.

Desde su perspectiva, varias academias ven su misión solo como un negocio. Por eso, comenta, los docentes de las escuelas solo hacen diplomados de cuatro meses para poder enseñar, no son lincenciados, porque ninguna universidad del país otorga dicho título.

“Desde las academias funcionamos como el génesis de los conductores, pero no recibimos apoyo de material didáctico ni capacitaciones de las secretarías de Movilidad ni de la Agencia Nacional de Seguridad Vial”, revela Agudelo.

30%
de los accidentes de tránsito son causados por la fatiga del conductor, según la OMS.
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