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Si las piezas o construcciones yacen bajo la tierra y no han sido documentadas, no importa si datan de hace miles de años o si su antigüedad es de apenas algunas décadas, igual son objeto de estudio arqueológico. Así se estipula por ley en Colombia y, gracias a la normativa vigente, han sido varios los hallazgos en los últimos años bajo el suelo del Valle de Aburrá.
Las últimas noticias de piezas encontradas por obras de infraestructura vienen desde Itagüí y Envigado, en áreas donde desde el año pasado se construyen líneas del metroplús.
Bajo la avenida El Poblado (carrera 34A), entre las calles 37 y 39 Sur, se han hallado 40 tramos de un viejo acueducto y fragmentos de cerámica, loza, metal y vidrio y seis tumbas indígenas que tienen cerca de 2.000 años de antigüedad.
En el tramo 4A del metroplús, paralelo a la quebrada Doña María en Itagüí, el año pasado se encontraron con un pozo de aguas subterráneas construido en adobe macizo del que se presume tenía uso industrial.
Además de las últimas evidencias encontradas en la obras del metroplús en el sur del Aburrá, en la zona céntrica de Medellín, donde EPM adelanta el proyecto Centro Parrilla con la construcción, adecuación y modernización de redes de acueducto y alcantarillado, se encontraron, entre otras, las siguientes piezas y estructuras:
Puentes que cruzan las diferentes quebradas de esta zona de la ciudad y que fueron construidos desde 1860, partes del sistema de distribución, válvulas y pilas públicas del acueducto de la Medellín de 1896, y coberturas en bóvedas de ladrillo de algunas quebradas construidas desde 1875.
También se hallaron fragmentos de lozas industriales y de vidrio importadas de Europa a finales del siglo XIX y principios del XX, y piezas de cerámica precolombina del periodo temprano (0-800 d.C).
El arqueólogo Pablo Aristizábal ha participado en más de 30 proyectos de prospección arqueológica. En su experiencia se ha encontrado también con vestigios en otras zonas de la ciudad.
En un lote de la Universidad Adventista (calle 33 con carrera 80) y en el barrio La Colinita (calle 10 Sur con la carrera 54), se encontraron tumbas de los indígenas aburráes, de los años 1450 d.C y 1200 d.C respectivamente; mientras que en el lote de Los Guayabos, donde ahora funciona un edificio de Eafit, se halló un cementerio más antiguo y vasijas que datan del 600 d.C.
También se encontraron vasijas con 2.000 años de antigüedad en el terreno donde se construye el Centro de Integración Parque de las Luces, en Itagüí.
En la Planta de Tratamiento de Aguas Residuales de Bello, en lo que antes era la Hacienda Colonial Niquía Barrientos, se hallaron fragmentos de cerámica y piedra, restos óseos de fauna y lozas decoradas del periodo republicano.
El común de la gente pensaría que los restos arqueológicos son exclusivos del área rural; no obstante, bajo la tierra del valle de Aburrá hay gran cantidad de vestigios, algunos tapados por construcciones anteriores a las leyes de preservación arqueológica (Ley 99 de 1993 y Ley 1185 de 2008), y otros muchos que se desvelan por los nacientes proyectos de infraestructura urbana.
“No porque sea en la ciudad o porque haya edificios encima significa que no hay nada. Al contrario, puede que incluso sean más”, explica Juan Pablo Díez, arqueólogo que acompaña las obras del metroplús.
Con el Decreto 763 de 2009 la regulación cobró aún más importancia y ahora los nuevos proyectos urbanos tuvieron que empezar a incluir la arqueología desde sus fases iniciales.
“No siempre se cumple, pero últimamente se está haciendo sobre todo en obras municipales o donde hay préstamos del Banco Mundial. Las curadurías y el Área Metropolitana exigen la ejecución de los programas de arqueología preventiva”, señala Pablo Aristizábal.
Agrega que la situación ha cambiado mucho de un tiempo para acá. En la década de los sesenta había solo un investigador, Graciliano Arcila Vélez, al que llamaban los constructores para recuperar los restos arqueológicos.
“Aún así, en casi todas las obras los ingenieros se quedaban con las piezas, otras se perdieron bajo las construcciones o se quedaron en manos de coleccionistas privados”, cuenta Aristizábal.